2. Juguemos UNO.

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—¡UNO!

—¡Hinata, hiciste trampa!

Una risa discreta luchaba por no reventar de mi senpai.

—Bokuto, no seas pesado. Hinata ganó con todas las de la ley. —akaashi aún apretando los labios para no dejar escapar la carcajada, hizo el mayor esfuerzo por ser la voz de la razón.

—¡Bokuto-san, gané justamente! -exclamé con diversión.

—¡Te vi!

—¿Qué viste, bokuto?

—¡Hinata se metió como cien cartas en el culo!

Ala, ni siquiera yo sabía que podía hacer eso.

Uno espera que cuando sus amigos vengan de visita al hospital es porque se preocupan por ti, que hagan cosas tranquilas e intenten hacerte sentir mejor. Los míos sacan cartas de UNO y convierten la habitación en una guerra sanguinaria para quien pueda alcanzar la victoria.

Quería responder, pero la estrepitosa carcajada de Akaashi-san no me dejó.

Tal como dijo Kenma, Bokuto-san estaba tan preocupado por mi salud que tomó la decisión de venir después de su partido. Akaashi-san vino también, ya que según kenma "esos dos no pueden estar el uno sin el otro". No sabía si esa afirmación era cierta, pero la mirada enfurecida de Bokuto-san me hacia dudar de cualquier afecto existente para el pelinegro que reía sin temor alguno.

—¡TE ESTÁS BURLANDO, AKAASHI!

—No lo hago, de veras. —pero sí lo hacía, ni siquiera alcanzaba a terminar una frase antes de volver a reír.

Kenma, que estaba a mi lado jugando en su celular, sólo despegaba la vista de la pantalla para poner una carta y observar con ojos felinos la expresión de los demás. Analizando nuestro semblante por si se tornaba preocupado o le dábamos alguna señal de que teníamos ventaja en el juego de cartas. Claro que yo no tenía la mejor cara de póker. ¿La mejor cara de póker? En cada oportunidad que iba perdiendo el terror se apoderaba de mi para terminar gritando con desesperación que me rehusaba a perder. Bokuto-san se rió con suficiencia en cada oportunidad que tuvo, mientras Akaashi-san —que sí tenía una auténtica cara de póker— nos advertía que guardásemos silencio.

Mi día comenzó tan tranquilo que antes de abrir los ojos, creí estar en mi cama en Miyagi, en vez de tendido con las extremidades entumidas sobre el futón de hospital. Mi segundo día de hospital.

Temprano a penas desperté mi madre me llamó y soporté -otro- largo sermón sobre medicinas, hidratación, verduras que debía comer aunque no quisiera y un sinfín de cuidados. Hice todo a mi alcance para que se sintiera más tranquila, ya que teniendo un hijo tan lejos y enfermo, no dudaba que sus nervios estaban destrozándole la cabeza.

Mi madre es una mujer sencilla de entender, se preocupa por los demás y si la miras con atención notarás que se esfuerza al máximo en todo lo que lleva a cabo. Tomar descansos o despreocuparse de los deberes, son cosas que no puede hacer.

Intenté convencerla de que en realidad estaba casi recuperado por completo, que no había necesidad de viajar a Tokio por una tontería así. Pasado mañana todos emprenderíamos el viaje en bus de nuevo a casa a descansar para regresar como nuevos a la habitual rutina académica de Karasuno.

Se quedó más tranquila sólo después de hablar con el entrenador Ukai y el maestro Takeda que de todas formas le dijeron lo mismo que ya le había comunicado. Ella sin encontrar más razones para regañarme, se despidió no sin antes repetir por tercera vez la lista de cosas que debía hacer para no causar más problemas a las personas que estaban ahora a mi cuidado. Natsu habló conmigo también, expresó grandes deseos de vernos nuevamente porque se sentía solitaria la casa sin mi presencia y que ella necesitaba su compañero de juegos. Sonreí con calidez en mi pecho y le aseguré que estaría con ella lo más pronto posible.

Quiero cuidar de ti | KageHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora