3. Galletas y Mandarinas.

73 2 0
                                    

—Te veo bastante bien. —dijo de la nada.

Salí de mi trance. Me rasqué la cabeza.

—¿Si?

Atsumu-san era realmente apuesto, no es como si no lo supiera, ya que lo había visto lo suficiente en el partido, pero no lo estaba viendo en realidad. Me preocupaba dónde tenía sus manos y hacia dónde llevaría el balón, no tenía otro pensamiento que no fuese anticipar su jugada. Por supuesto que noté las cientos de admiradoras en las gradas de Inarizaki, con sus pompones naranjas y faldas cortas agitándose como si eso llamara más fácilmente la atención de su setter estrella. Tan llamativas como toda su escuela.

La visión que tengo de un oponente, es distinta a la que obtengo cuando no hay ningún balón de por medio.

El hombre parado a unos pasos de mi; rubio, alto, mirada atenta de ojos marrones, sonrisa engreída y una postura confiada. Que a primera vista es alguien que no tiene dudas en lo que lleva a cabo. Es realmente un aura atractiva.

—Por tu decaída, quiero decir. —miró a su alrededor. —Todos nos preocupamos tanto cuando dijeron hospital.

Llevaba tanto tiempo asimilando su presencia que no me había levantado siquiera a saludarlo apropiadamente. Me avergoncé por mi torpeza.

Nada extraño.

Estuve de pie como un resorte, con el vago esfuerzo de alisar mi camiseta azul de pijama a juego con un bonito pantalón con autos de carreras. Disimuladamente intenté arreglar mi cabello, aunque no sirve de nada, nada podía domar mi cabello. Al alzar los ojos de nuevo, Atsumu-san me miraba con diversión, quizás demasiado consciente de mis nervios.

—Sí, ¡No fue tan grave! —reí. —Aunque todo fue mi culpa, preferiría no haber terminado aquí. De todas formas, gracias por preocuparte.

—Mmmm.

Hice una reverencia.

—No tienes que ser tan formal, pequeño.

—Hinata. —corregí.

—Ah, sí, lo siento. Puedes llamarme Atsumu. —extendió su mano.

¡Su mano! Dios, que grande.

—Atsumu-san. —acepté, tomando su mano.

El setter en cuestión hizo un sonido de molestia con la boca, y de un tirón sin soltarme, me arrastró más cerca de su cuerpo, quedando a unos centímetros de distancia uno del otro. Abrí mucho los ojos sorprendido por el movimiento repentino, pero estaba demasiado nervioso como para decir algo o más bien preguntarlo.

—Sólo Atsumu.

—P-pero yo.

—Eres bastante respetuoso, y yo demasiado informal. Si quieres que seamos buenos amigos será mejor que te relajes. —volvió a reír.

Tragué saliva.

Yo puedo relajarme, sólo es cuestión de costumbre, ¿Cierto? Se veía amigable, y está aquí aunque seamos prácticamente extraños. Su palma áspera hacía contraste con la mía pequeña y sudorosa. Lo solté y sonreí sin mostrar los dientes como disculpa. Di otro paso hacia atrás para guardar un poco de dignidad.

—No sabía qué te gustaría comer, entonces compré tres tipos de galletas diferentes en la panadería.

¡Seremos los mejores amigos!

—¿¡Galletas!? —prácticamente brillé.

Atsumu volvió a reír. Que risa tan bonita.

—Toma, yo realmente comí muchos antes de llegar, soy algo así como un adicto al azúcar. —comentó rascando su barbilla.

Quiero cuidar de ti | KageHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora