Un día tranquilo, las aves cantaban, el sol brillaba y Wally Darling estaba saliendo de su baño con una sonrisa victoriosa, había terminado un cuadro bastante exigente para un cliente y se duchó para quitarse las manchas de pintura que se hizo al realizar el trabajo.
Miraba la ventana los ligeros rayos de sol iluminaban su habitación dándole paz mientras se secaba el cuerpo con la bata de baño y procedía a vestirse.
Por fuera de la casa viviente, Barnaby corría apresuradamente con una enorme sonrisa de emoción, ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar que la casa lo miraba llegar, cuando le tiró una patada voladora a la puerta auto invitandose dentro de la residencia de su mejor amigo aturdiendo a Home en el proceso.
Wally desde su habitación saltó levemente por el escándalo, por un momento pensó que era un ruido propio de Home, pero no le comunicó nada.
Así que se apresuró en ponerse los boxers y luego agarrar sus pantalones para luego ir a ver qué ocurrió.
Pero Barnaby con la misma delicadeza de antes abrió la puerta de la habitación sosteniendo en alto un par de boletos en su mano.
-WALLY!!! ADIVINA QUIÉN OBTUVO ENTRADA PARA….- Barnaby no pudo terminar la frase.
Puesto que un martillo gigante le había arrancado la mitad del cuerpo regando su sangre y carne por las paredes de Home y lo que quedaba de su cuerpo empezó a brotar litros de sangre que inundaron el suelo de la habitación.
Wally sostenía el martillo mientras respiraba agitado por el susto que le metieron no por el peso del arma que sostiene con facilidad entre sus manos.
-Uh? Barnaby?- los ojos sorprendidos de Wally miraban el cadáver de su amigo en el suelo brotando sangre.
Wally infló sus mejillas en un puchero.
-Eres un idiota perro estúpido- regañó a los restos con una mano en la cadera mientras sostenía el martillo con la otra en alto.
El Martillo empezó a brillar de un color turquesa que pasó a amarillo para luego el mango sea golpeado contra el suelo produciendo un brillo por el choque.
-AAAAH….- fué el grito ahogado que produjo Barnaby al ser regresado a la vida.
Barnaby al instante pasó sus manos por su cabeza y cuerpo confirmando que todo estaba en orden antes de mirar a la impecablemente limpia habitación sin ningún rastro de su sangre o carne como si no acabará de morir ahí.
Luego sus ojos cayeron sobre el shota de piel amarilla y pelo azul que lo miraba con un puchero y el martillo a su lado.
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