Capítulo II

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Cuando los encandilos perecían, sus almas atravesaban los páramos de la Ciudad Escondida. Cuando los vientos azotaban en las paredes y murallas, cuando el cielo se enredaba con nubes de llanto y caían de encima sus aguas, para lavar todo el mal que crecía, se sabía que otra alma había sido perdida. Angelie miraba aterrada por la ventana, la tormenta que arremetía. Aunque intentaban no decírselo, la gente del castillo no sabía disimular su tristeza y el viento le llevaba hasta su habitación los murmullos de lo que pasaba.

Habían muerto, todos los que habían ido al sur habían muerto.

Angelie miraba por la ventana y cuando otra ventisca le traía los sollozos, sus ojos se llenaban de las lágrimas heladas que salían de su corazón, pero se quedaban encerradas en sus ojos. No podía evitar que le doliera.

La Ciudad Escondida, sumida en su duelo, se preparaba. El consejo había hablado, habían reunido a las tropas. Y en mutuo acuerdo, el norte decidió que el señor de Enigma sería quien los guiaría a su venganza, a sacar al rey de Imperia.

Angelie despertó, tan hundida en el sueño que sintió que la elevaban por la fuerza hasta una realidad que la asustaba. Por primera vez, sentía frío en los pies. Miró a su alrededor, oscuro y silencioso y se levantó de la cama para salir al balcón. Las lluvias habían parado, pero no las ventiscas. Veintiún días. En el cielo un firmamento iluminaba la Ciudad Escondida que ahora se veía azul, resplandecían los estandartes de los reinos del norte. Y bajito, tan bajito en el viento, escuchó una voz que pedía ayuda.

Se puso una capa azul sobre su camisón de dormir y metió los pies en un par de botines que habían estado arrumbados por mucho tiempo puesto que acostumbraba a ir descalza. El guardia en su puerta se interpuso en su camino.

— ¿Lady Angelie? —preguntó cuando la vio salir tan apresurada, ella lo miró confundida y lo esquivó para ir a las escaleras, el hombre la siguió. —Mi señora ¿se encuentra bien?

— ¿Bien? —La voz lejana de Angelie apareció en sus labios — ¿Por qué no estaría bien? —Dos de sus damas de compañía aparecieron detrás del guardia atándose las batas.

—Lady Angelie ¿qué necesita? Yo lo traeré para usted.

—No puedes traerlo para mí —dijo mientras seguía bajando las escaleras —Mi padre no se lo daría a un desconocido —las tres personas a su alrededor se miraron confusas entre sí, aunque a veces les parecía curioso la forma en que la mujer se expresaba y comenzaban a entenderla, ahora se sentían perdidos. Llegaron al final de la escalera y Angelie se dirigió a las puertas, pidiendo que las abrieran mientras se ataba el cabello.

— ¿Qué es este ajetreo? —preguntó una voz desde arriba, la abuela de Yoongi había salido de sus aposentos y miraba a todos con una mirada inquieta. Mientras todos la saludaban haciendo reverencias, Angelie se dio la vuelta para encararla.

—Lady Ariana —dijo como despertando de un trance —Tengo que irme.

— ¿Irte? ¿A dónde, niña?

—Debo ir con mi padre —la anciana comenzó a bajar las escaleras lentamente y todos callaron hasta que estuvo frente a ellos.

—Pero aquí estás a salvo —otra puerta fue abierta y el señor de Enigma salió con los ojos entrecerrados.

—Mi señor —dijo la abuela —perdone las molestias —El pelinegro negó, restándole importancia al haber sido despertado. Sus ojos se posaron en la pelirroja que miraba la puerta abierta, a un horizonte lejano con la preocupación recorriéndole el rostro.

— ¿Qué pasa? —preguntó, todas las miradas se dirigieron a donde estaba viendo.

—Angelie está...—comenzó a explicar Ariana, pero otra voz la interrumpió.

La Ciudad Escondida (Yoongi x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora