NUESTRAS DUDAS

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     Hay noches en las que sigo sin poder dormir, me imagino a Diego detrás mía, o en mi baño, y además, ahora tengo otra experiencia que me invade la cabeza. Está claro que estoy traumatizado y hasta dentro de mucho tiempo no cambiará. No le he contado a nadie todo lo que pasó con Diego, ni mucho menos lo que pasó unos años más tarde. Nadie lo sabe, solo los que hemos vivido esos momentos.

De Castro sé todo, trabajamos juntos aunque en sectores muy diferentes. Yo descubro nuevas fórmulas matemáticas para poder crear nuevos vehículos espaciales y poder navegar más a fondo por el espacio. Castro redacta todo lo que descubro en el periódico más famoso de la ciudad. Somos uña y carne, desde que nos deshicimos de Diego estamos siempre juntos, incluso ahora, vivimos a una calle, unos 5 minutos.

Ahora bien, de Valentín no sabemos absolutamente nada. La última vez que le vimos fue en el hospital. El día que le dieron el alta nos echó una mala mirada antes de irse, no entendimos el porqué. Desde ese día no le volvimos a ver, en el instituto tampoco aparecía, nos cambiaron el profesor por una señora bastante mayor con una voz irritante. Los demás profesores contestaban por inercia cada vez que se les preguntaba por Valentín, parecía que todos tenían una respuesta programada para esa pregunta, todos respondían "se fue por temas personales".

Aún así Castro y yo no le olvidábamos, solíamos hablar mucho de él. Nos interesaba saber por qué tuvimos que aparecer nosotros para acabar con Diego, cada vez que recordaba el proceso de la ecuación se me hacía más fácil que la anterior, coño, la resolvió un chaval de 15 años. En su momento la respuesta que nos dio nos quitó por completo la intriga, pero cada vez que salía de tema de conversación, nos surgían más dudas y más ganas de saber qué pasó realmente. Sería muy fácil preguntarle nuestras dudas, pero ¿Dónde estaba?

No teníamos ni idea, ninguna señal, ningún mensaje, nada de nada, no sabíamos si ni siquiera estaba vivo.

Por eso seguimos centrados en nuestros trabajos y en nuestras vidas, aunque aún no habíamos encontrado pareja y no habíamos creado una familia, nuestro trabajo se comía gran parte de nuestro día. De hecho era casi lo más importante de nuestras vidas, teníamos pocos amigos, pero amigos de verdad.

Ellos son Javier, Pablo y María. Javier y Pablo son como nosotros, van juntos a todos lados y de hecho, trabajan en la misma empresa de automoción. A pesar de que trabajan en la misma fábrica y son muy amigos, físicamente no se parecen en nada. Javier es alto y delgado y Pablo es bajito pero con muchísima masa muscular, va al gimnasio conmigo y siempre levanta mucho más peso que yo. Además Pablo es rubio de ojos verdes y Javier castaño de ojos marrones.

María no es inseparable de nadie, pero todos nos llevamos muy bien con ella, el que más Castro. Suelen ir juntos a muchos sitios, trabajan en edificios que están pegados. Ella trabaja en el juzgado como jueza. No destaca por nada físico, sino porque no le tiene miedo a nada. No estoy exagerando, ni a alguien que va vestido de negro por la noche, ni a los leones, ni a absoluatemnete a nada, si Castro ya es valiente ella lo es aún más.

No solíamos salir mucho con ellos, solo a veces, nos gustaba más ser Castro y Jaime, nos lo pasábamos mejor haciendo nuestras chorradas.

Todo volvió a empezar una fría mañana de febrero, un sábado, así que no trabajaba. Me levanté y desayuné, así que ya podía empezar el día tranquilamente, me tocaba ir al gimnasio. Antes de irme escuché el teléfono fijo de casa, así que fui a ver quien me estaba llamando. Era un número desconocido, pero lo cogí igualmente pensando que sería una propaganda de una tarifa móvil.

-¿Es usted Jaime López?-Me preguntó la chica que me llamó.

-Si, soy yo, ¿qué es lo que pasa?-Pregunté con el dedo en el botón de colgar, estaba preparado para cuando dijera si quería una nueva tarifa móvil o un nuevo wifi.

TRAZANDO LA ECUACIÓN DEL MIEDO [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora