EL PUEBLO QUE ARDIO EN CENIZAS

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Déjame decirte una cosa muy importante; los bosques son entidades con un poder supernatural que va más allá de lo que los ojos mortales comunes son capaces de percibir.
   Por eso nadie puede verlas, están ahí, siempre han estado moviéndose de acá para allá saltando entre las ramas de los árboles, haciendo ondas cuando sus dedos desnudos tocan el agua de los ríos y los lagos en los bosques.
   Y cuando alguien amenaza perturbar el orden que manejan aquellos paisajes verdes ellas liberan un rugido voraz que obliga a orinarse hasta al soldado más fuerte.

Cazadoras.

Visten de las pieles de los animales del bosque, esto porque han renunciado a su humanidad para hacerse uno con este y servir a su señora; la Diosa de la cacería y la vida silvestre Artemisa.
   Hija del rey de los Dioses, Zeus, hermana del Dios del Sol, la poesía, la música y la medicina; Febo Apolo.
Al ser una líder ella lleva la cabeza disecada de un lobo gris como símbolo de poder. Su cuerpo ha pasado tanto tiempo en la naturaleza que su piel asemeja estar coloreada de tonos verdes y cafés. Como los ojos de una bestia feroz en medio de la noche los de ella resplandecen de un plateado como el de la luna misma.
   A donde quiera que vaya siempre la veras con su arco y flechas con la punta hecha de Selenitas.
   El bosque la conoce, conoce a sus cazadoras. Sabía que Artemisa hizo la promesa de NUNCA jamás perder su virginidad o enamorarse, ella odiaba al hombre, era un destructor, consumía la naturaleza de manera desbordada en lugar de equitativa, el hombre era egoísta y cobarde, destruían la naturaleza con fines egoístas. Debías estar realmente loca y debías ser muy sumisa y estúpida para lograr sentir aprecio por un hombre, es lo que ella siempre decía.
   Per¿Quién fue? ¿Quién sabiendo cómo pensaba ella pudo haber sido tan maldito como para obligarla a cuidar del niño de piel morena como las arenas del desierto.

Meredith tenía ocho años cuando su padre intento venderla a un comerciante de Thevas y en sus desespero corrió hacia los bosques como si estos pudiesen hablarle y le estrecharan sus brazos en alto diciéndole que con ellos estaría segura

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Meredith tenía ocho años cuando su padre intento venderla a un comerciante de Thevas y en sus desespero corrió hacia los bosques como si estos pudiesen hablarle y le estrecharan sus brazos en alto diciéndole que con ellos estaría segura. Cuando despertó las cazadoras la habían encontrado, la adoptaron como una de las suyas, la hicieron pasar la prueba de la cueva y recibió el tótem conmemorativo del ciervo.
   Sobre su espalda cargando con ella orgullosamente como una capa la pelirroja llevaba una piel de ciervo que se extendía junto con la cabeza del animal formando un gorro que se encontraba decorado con unos cuellos del tamaño apropiado, lo suficiente para intimidar a sus enemigos y lo suficiente para que el peso no acabase torciendole el cuello.
   Renuncio a su humanidad y se convirtió en un espíritu que pelearia eternamente por el bien de todos los bosques del mundo.
   Aquel Día, cuando se le condenó a traición por traer a un hombre con ella estaba nublado, ella deambulaba por un río lejos de sus amigas buscando alimento como todos los días, y diviso a lo lejos el mortífero humo que venía de un pueblo a lo lejos.
   Meredith siempre se pregunto después de eso, ¿en un día tan nublado como aquel porque no lluvio? ¿Por qué los Dioses no pararon el incendio aquella vez?
   Viajaban en el viento por los diferentes bosques del mundo y poco le importa a las cazadoras en que país están, para ellas no existen naciones más que el bosque. ¿Era Noruega? La arquitectura de las casas del pueblo daba a entender que si. Se arrepintió de mucho ese día, ¡Nuestro deber es proteger el bosque, no a los humanos y mucho menos a los hombres! Reclamaron todas ese día. Su señora Artemisa estaba tan furiosa que ni siquiera dijo algo.
   --¡Te encontré!
   Derribando a su amiga con un abrazo de oso junto con los salmones que había logrado pescar Mara bufaba y sangoloteaba a la pelirroja como una chacorra queriendo jugar con los de su camada.
   --No seas idiota niña ardilla --le reclamo Meredith con un tono de molestia y cansancio en su voz, no era la primera vez en la semana que le hacía lo mismo mientras cazaban.
   --Oye tampoco estoy llevándome así de feo como para que me digas "niña ardilla".
   --Pues es lo que eres, ¿O no? --y tenía razón, el Tótem que la gran madre tierra, la gran Gaia le dio cuando entró en la cueva de las sombras era la ardilla, espíritu animal con el cual debía defender los bosques-- Si hubiese estado en el rey hubiese perdido todo este pescado, comenzó a creer que lo que quieres es que todas almorcemos Salmón con tierra.
   Pero Mara no respondió, lo de la niña ardilla seguía haciendo eco un su psique con tal fuerza que dejó de reír como lo hacía hasta hace apenas unos segundos. Ella no quería a una estúpida ardilla como animal guía, aún no llevaba alguna prenda que la identificará como tal y esto enojo mucho a sus compañeras, más Artemisa, bendita sea llena de sabiduría y paciencia les dijo que no se preocuparan por la mala reputación que eso le daría a las cazadoras, que con el tiempo ella lo aceptaría.
   Oh, Artemisa, escuchabas ese nombre y tu piel se erizaba con la más fina brisa, siempre tan confiable, tan recta, tan brillante, era perfecta, nunca cometía un error, pro eso todas sabían que era una líder en la que podías confiar. Si alguien siempre sabría que hacer esa era Artemisa.
     --Que Asco --Mara arrugó la nariz en señal de repulsión, podía sentir un olor, algo podrido, esa fue la segunda señal-- ¿De donde viene? Huele a quemado.
    --No voy a caer en esa, yo no huelo nada.
    --Hablo enserió, te lo juro por la luna --entonces si iba enserió.
   Todo empezó a dar vueltas, la pelirroja viraba en todas direcciones más no encontraba el supuesto olor que clamaba su amiga, hasta que se hizo visible ante sus ojos.
   Humo, fuego, un incendio se asomaba desde lo alto de las colinas del bosque y venía de un pueblo pequeño en las afueras de este.
   En contra de voluntad de la niña ardilla Meredith y ella se treparon el árbol más cercano para poder ver con más detenimiento de donde venía el calor sofocante. Se podía llegar a las casas incineradas si eras cazadora, un poco de impulso de la tierra y llegabas, tenía que hacerlo, tenían que ayudar a esa gente.
     --Por favor Mer --mascullo la niña de cabello castaño casi con arcadas-- No creo que sea una buena idea.
   Demasiado tarde.
   Lo que pasaría después en ese entonces no le importo, un impulso en sus piernas casi remoto la obligó a saltar a la acción deslizándose entre los pinos y la tierra para salir del bosque y llegar al pueblo.

Humanos, hombres, mujeres y niños salían despavoridos del fuego que ahora bañaba cada parte de lo que alguna vez fue para ellos un hogar.   Nadie podía verla, sin embargo el reconocimiento era lo de menos, la cierva pelirroja se adentro en las voraces llamas del lugar y se arriesgo a salvar a tantas vidas como pudiese.      Moviéndose por todos lados con la gracia de un colibrí entrando y saliendo del incendio con diferentes personas cada vez.
   --Carajo.
   Se había excedido, demasiado humo había entrado en sus pulmones y con una sacudida certera en su cabeza como si le hubiesen disparado con un arma de fuego Meredith se tambalea y cae con la panza al suelo.
   Eso era todo, aquí acaba la historia de Meredith, la cierva rojiza, pensaba para sus adentros.
   Sin embargo su visita con Hades, el rey del inframundo aún seguía pospuesta. Entre los chorros de llamas que invadían su espacio se manifestó la imagen de una corpulento mujer armada hasta los dientes que era protegida del calor infernal con un abrigo de oso pardo.
   --Gloria --fue lo último que pudo decir antes de sentir como la mujer cargaba con ella como si fuese una damisela en apuros esperando a su caballero de brillante... de peluda armadura.

Dio una bocanada de aire que casi la vuelve a matar, cuando la pelirroja despertó se encontraba a las afueras del bosque cuando el incendio de manera natural estaba frenando su propia vida y apagándose lentamente.
   --Lo hicimos --mascullo Mer. Sin embargo no hubo tiempo de felicitaciones ni palmaditas, era tiempo de un regaño de gloria y Mara.
   --¿En que demonios pensabas?    --exclamaron las dos al unísono-- Pudiste haber muerto haya y nadie lo hubiese sabido si no hubiésemos ido para allá.
   --¿Como supiste que estaba allí?
   --Yo le dije --chilló la niña ardilla, la morena con el cabello corto hasta las mejillas--. No iba a ser capaz de ir a ayudarte porque obvio tu idea fue estúpida pero, tampoco quería que murieras.
  --Solo espera a que Artemisa se entere de esto --gruñó Gloria.
   --¿Que? Oye se que estas enojada conmigo pero tampoco es para que lleguemos a esos extremos --Mer expuso sus manos delante de la mujer oso lista para una buena cicatriz de por vida en la cara mientras que Mara estaba decidiendose entre sí saltar a la defensa de su amiga o no cuando los quejidos de un bebé como un plato roto en medio de una fiesta de ricos hizo que las presentes parasen oído.
   --De su mochila --gritaba la castaña--, viene de la mochila de Meredith.
Con los pelos de punto como gatos las chicas tomaron con cuidado la mochila de la cierva y se encontraron con la non grata sorpresa del pequeño bollo con de carne con pelo y ojos que lloraba desconsolado en la mochila de cuero.
   --Un bebé.
   --Meredith voy a matarte --dijo Gloria-- ¿que hace un bebé humano... hombre en tu mochila?
   --lo rescate del incendio, era el último que me faltaba y lo metí en la bolsa para que no inhale el humo, yo, yo, me olvidé por completo de él cuando me desmaye.
  Era un desastre, un trágico, trágico desastre, las chicas comenzaban a sudar de un intenso color perlado y cada una pérdida en su mundo no dejaba de balbucear que es lo que debían hacer.
  --Oigan idiotas --una cuarta voz bramaba desde lo alto de uno de los árboles del bosque, con un casco hecho con la cabeza de un jabalí negro otra de las cazadoras que había sido enviada a buscarlas por lo lejos que se habían ido tenía los ojos inyectados en sangre al ver lo que las tres mujeres tenían escondido en la mochila-- ¿Que es eso? Apuesto a que la señora Artemisa querrá saberlo.

LA VEZ QUE ARTEMISA SE ENAMORÓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora