…es posible que nuestras cartas se hayan cruzado o perdido, pero me parece que lo más probable es que simplemente no deseas escribirme. Eso lo acepto y te deseo todo lo mejor. No volveré a molestarte. Espero que sepas que siempre estoy atento, escuchando, si alguna vez cambias de opinión.
De la carta del conde de Kilmartin
a la condesa de Kilmartin,
ocho meses después de su llegada a la India..⋆。゚☁︎。⋆。 ゚☾ ゚。⋆
No resultaba fácil ocultar su enfermedad. Con la aristocracia no había ningún problema; Harry simplemente rechazaba las invitaciones y Louis hizo correr la voz de que él deseaba instalarse en su nueva casa antes de ocupar su lugar en la sociedad.Con los criados era más difícil. Estos hablaban, y muchas veces con los criados de otras casas, por lo tanto Louis tuvo que procurar que sólo los más leales supieran lo que ocurría en la habitación de Harry. Y eso era complicado, puesto que él no vivía oficialmente en la casa Kilmartin, y sólo lo haría cuando llegaran Janet y Anne, lo que deseaba fervientemente que fuera pronto.
Pero la parte más difícil para él eran las personas más curiosas y a las que era casi imposible mantener en la ignorancia, que eran las de su propia familia. Nunca había sido fácil guardar un secreto en la familia Tomlinson, y ocultar algo a todos era, por decirlo en tres palabras, una maldita pesadilla.
—¿Por qué vas allí todos los días? —le preguntó Daisy, cuando estaban tomando el desayuno.
—Vivo allí —contestó, mordiendo un bollo, lo que cualquier persona racional habría entendido como una señal de que no deseaba conversar.
Pero Daisy no tenía fama de ser muy racional.
—Vives aquí —dijo.
Louis tragó el bocado, luego bebió un sorbo de té, con la intención de aprovechar ese instante para serenarse exteriormente.
—Duermo aquí —contestó tranquilamente.
—¿No es esa la definición de dónde vives?
Louis le puso más mermelada al bollo.
—Estoy comiendo, Daisy.
Daisy se encogió de hombros.
—Yo también, pero eso no me impide llevar una conversación inteligente.
—La voy a matar —dijo Louis, a nadie en particular, lo cual era lógico pues no había nadie más.
—¿Con quién hablas? —preguntó Daisy.
—Con Dios. Y creo que tengo el permiso divino para asesinarte.
—Psst. Si eso fuera tan fácil yo habría tenido permiso para eliminar a la mitad de los aristócratas hace años.
Entonces Louis decidió que no todos los comentarios de su hermana necesitaban contestación. En realidad, muy pocos la necesitaban.
—¡Ah, Louis, estás aquí! —exclamó Juliette, interrumpiendo, por suerte, la conversación.
Louis levantó la vista hacia su madre, que estaba entrando en la sala del desayuno, pero antes de que pudiera decir una palabra, Daisy dijo:
—Louis estaba a punto de matarme.
—Ah, pues, mi llegada ha sido muy oportuna —dijo Juliette, sentándose a la mesa—.¿Pensabas ir a la casa Kilmartin esta mañana? —preguntó a Louis.
—Vivo allí —contestó, asintiendo.
—Yo creo que vive aquí —terció Daisy, poniendo bastante azúcar en el té.
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WHEN HE WAS WICKED
RomanceEn la vida de toda persona hay un momento crucial, decisivo. Un momento tan fundamental, tan fuerte y nítido que uno se siente como si le hubieran golpeado en el pecho, dejándolo sin aliento, y sabe, con la más absoluta certeza, sin la menor sombra...