... bastante ridículo escribirte, pero supongo que después de tantos meses en Oriente mi perspectiva sobre la muerte y la vida después de la muerte se ha transformado en algo que haría correr al párroco MacLeish chillando por las colinas. Tan lejos de Inglaterra, es casi posible simular que todavía estás vivo y puedes recibir esta carta, como recibías las muchas que te enviaba de Francia. Pero entonces alguien me llama y me recuerda que yo soy Kilmartin, y que tú estás en un lugar al que no llega el Correo Real.
De una carta del conde de Kilmartin a su difunto primo, el conde anterior, un año y dos meses después de su llegada a India, escrita entera y luego quemada lentamente en la llama de una vela.
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No era que le gustara sentirse como un imbécil, reflexionaba Harry haciendo girar una copa de coñac sentado a una mesa del salón de su club, pero últimamente parecía que no podía evitar actuar así, al menos cuando estaba con Louis.
En la fiesta de cumpleaños de su madre, Louis estaba tan condenadamente feliz por él, tan encantado de que él hubiera pronunciado la palabra «amor» en su presencia, y él simplemente le ladró.
Porque sabía cómo le funcionaba la mente a Louis, y sabía que ya estaba pensando por adelantado, tratando de elegirle la omega perfecta, y la verdad era...
Bueno, la verdad era tan patética que sencillamente no había palabras para expresarla.
Pero le pidió disculpas, y aunque podía jurar y rejurar que no volvería a portarse como un idiota, lo más seguro era que tuviera que volver a pedirle disculpas en algún momento del futuro próximo, y casi con toda seguridad Louis lo atribuiría todo a su naturaleza rara, por mucho que hubiera sido un modelo de humor y ecuanimidad cuando John estaba vivo.
Se bebió todo el coñac. Al cuerno todo.
Bueno, pronto acabaría toda esa tontería. Louis encontraría un alfa, se casaría con él y se marcharía de la casa. Continuarían siendo amigos, lógicamente, Louis no era el tipo de persona que fuera a permitir otra cosa, pero él no lo vería todos los días en la mesa del desayuno. Ni siquiera lo vería con la frecuencia con que la veía antes de la muerte de John. Su marido no le permitiría pasar mucho tiempo en su compañía, por muy primos que fueran.
—¡Styles! —gritó alguien, y a eso siguió una tosecita que precedía a —: Kilmartin, quiero decir, lo siento.
Harry levantó la vista y vio a sir Geoffrey Fowler, conocido suyo desde su época de Cambridge.
—No tiene importancia —dijo, invitándolo a sentarse en la silla del otro lado de la mesa.
—Espléndido verte —dijo sir Geoffrey, sentándose —. Espero que tu viaje a casa haya sido tranquilo.
Estuvieron unos minutos hablando de trivialidades, hasta que sir Geoffrey fue al grano:
—Entiendo que lady Kilmartin anda buscando marido.
Harry se sintió como si le hubieran dado un puñetazo. A pesar de la atroz exhibición de flores en su salón, continuaba encontrando de mal gusto ese comentario salido de la boca de un alfa.
De un alfa joven, bastante guapo y claramente en el mercado del matrimonio en busca de un omega.
—Eeh, sí —contestó al fin—. Creo que sí.
—Excelente —dijo sir Geoffrey, frotándose las manos, expectante, lo que produjo a Harry un abrumador deseo de romperle la cara.
—Será muy selectivo —dijo, irritado.
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WHEN HE WAS WICKED
RomanceEn la vida de toda persona hay un momento crucial, decisivo. Un momento tan fundamental, tan fuerte y nítido que uno se siente como si le hubieran golpeado en el pecho, dejándolo sin aliento, y sabe, con la más absoluta certeza, sin la menor sombra...