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Durante los días siguientes continuó explicando el resto de sentimientos o emociones que existen. La aceptación como la manera de recibir lo que el destino tiene para cada uno; la amargura como la idea de un sabor de boca que nos provoca pensar que hay mejores cosas en la vida, con mejores sabores; la decepción, sentimiento continuo que recae sobre esas cosas que no resultan ser lo que nosotros creíamos. Existen intensidades para ese sentimiento, y continuamente nos decepcionamos sobre cualquier cosa.
Estaba de más decir que la herida de Cedrick había sanado en menos de treinta días, sin embargo, siempre encontraba la excusa para que la clase continuara. A la mañana por el alba, continuaron con la admiración, sentimiento que ambos amigos compartían al ver en cada uno algo que ellos desean y que de cierta forma los inspiran a ser mejores personas; la pasión por ser tan intensa como el amor, pero raya en los límites del mismo y lo lleva al extremo. Es aquello que nos permite llevar al límite nuestras habilidades con la finalidad de expresar o mostrar algo. La calma era similar a cuando las aguas se mostraban perturbadas, cuando ni la más fina corriente de aire podía tocarlas, esa paz permite que todo este claro y que un continuo sentimiento de comodidad los bendiga.
De nuevo los días pasaron sin comer, sin cansancio, ni mucho menos con el deseo de detenerse. Ese era el efecto de la pasión por hablar por un tema del que pocas veces podían detenerse a disociar. Entonces continuaron con todos los sentimientos faltantes; la cólera, el enfado, el respeto por lo que nos rodea, el deseo; apetito, terror, impaciencia, estima, dulzura, disforia, júbilo, beligerancia, brío, ilusión, asombro, pudor, pánico, euforia, éxtasis, frenesís...
Fue así, que, por cuatrocientos cincuenta días, las flores murieron y renacieron, y las personas envejecieron, pero ellos no, a ellos solos se les acabaron las palabras.
—Hemos culminado, amigo, te he enseñado todo lo que la mente puede tener para ti —en la mirada de Serena se notaba una satisfacción única, pero también una nostalgia profunda.
Cedrick pudo detectar estas emociones, porque ahora sabía con certeza como se sentía cada cosa, por lo que trató de consolarla explicándole lo buena que fue con él.
—Lamento que hayas tenido que verme de esa forma —Serena avergonzada, tuvo que limpiarse las pocas lágrimas que escaparon de sus ojos, todo ello para evitar la incomodidad del momento.
—No es necesario que te disculpes por ser humana —respondió el león con firmeza—, ni yo por ser un cretino al apenas entender un poco los fundamentos de la empatía. Pero, aun así, quiero que compartas conmigo la incertidumbre que te afecta, yo sé que lo que te aflige, es la ambición perdida de la libertad. Aspecto que yo mismo te enseñaré a buscar.
Fue entonces que Serena dejó de sentir ese avergonzamiento por los sentimientos y por la sabiduría. Olvidó que había vanidad en su vida, por lo que recordar una vez más, el secreto que pocas veces entendía en libros acerca de la libertad, le provocaba arcadas de júbilo.
Cuando todo estuvo listo, el león no perdió más tiempo y procedió a explicarle la sencillez de lo que muchos llaman libertad. Primero le demostró que ella era libre, igual de emancipada que cualquier persona. Al principio Serena quería creer que se trataba de una metáfora, de una manera de pensar para lograr el ultimátum, no obstante, al notar la gravedad de sus palabras, fue cuando advirtió que era una revelación, por lo que los cuestionamientos no tardaron en llegar.
Lo inundó con un millar de preguntas que le serían imposibles de responder, pues tal vez había tiempo, pero también perderían más del que era necesario para explicarle a lo que se refería. Por ende, tuvo que ser más persuasivo. Le demostró que el simple hecho de pensar, de soñar y de hablar ya era la libertad suficiente que buscaba:
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El león pensante y la mujer paloma
Cerita PendekAyudé a un león a comprender lo que llamamos sentido. Yo era desde que nací, una mujer sin talento, de esas que solo están para amarse por su belleza y no por su intelecto. De esas que solo servían para procrear. Pensar era un tabú, pero no para él...