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Aquel animal de imponente figura guardó silencio mientras Serena realizaba un vendaje provisional con sus frazadas, al terminar, la chica tomó distancia aún temerosa de la presencia del animal. Sin embargo, este seguía mostrándose sereno, tanto que incluso se echó sobre los mosaicos rojos y blancos, como si está también fuera su casa. Serena no podía hacer nada para ahuyentarlo, ni su habilidad mental podría salvarla esta vez. El león meneó un poco la cabeza e hizo algo que dejó perpleja a la dama.
—Te agradezco la ayuda, tierna dama de piel pálida.
La voz de la criatura era profunda y con un sentimiento poético. En otras circunstancias se habría interesado de forma amorosa de su invasor, no obstante, eso se mostraba como un pensamiento lejano del cual era imposible cumplir, pues ella era una prisionera y él, un león. La dama hizo una sutil reverencia con los nervios de punta al escuchar aquello.
—No tiene que agradecerme, señor... —de inmediato se detuvo al razonar que un animal como ese, no podría tener nombre, por lo que tuvo que acallar de forma estrepitosa.
—Cedrick —rugió el animal de mirada dominante—, mi nombre es Cedrick, el valiente comandante de las guerras en el pacífico.
—¿Pacífico? —exclamó ella confundida por la afirmación.
Cedrick meneó la cabeza como si estuviera confirmando la duda de Serena.
—De dónde vengo, soy un gran guerrero y comandante que lidera a sus tropas contra las hienas del oeste —rugió el león con cierto rencor.
Serena no conocía con exactitud por qué se libraban las proclamadas guerras, conflictos con el fin de apoderarse de tierras, personas, riquezas o por diferencias de pensamiento o razas, esos y más eran los aspectos que podía haber en una guerra y que conocía ella. Sin embargo, le parecía algo decepcionante que las cosas se solucionaran de tal forma.
—Pero dime, herido valiente, ¿fueron ellos, tus enemigos quienes te provocaron esto?
—No —respondió el león con inmediata seriedad—, fueron mis propios iguales, las personas que respeto y amo, pero que ahora veo como indiferentes a mí.
—¿Los leones? —dijo ella segura en que era la respuesta.
—No, fueron los humanos, yo comando a los leones porque son más que simples humanos, son humanos con la valentía de mil hombres —fue la respuesta de Cedrick que mostraba un orgullo perceptible por la emoción que había en sus ojos color ámbar.
Ella quedó sorprendida con la afirmación de su compañero, pero supuso que fue fugitivo por cazadores de alguna zona en específico.
—Entonces supongo que has de venir muy lejos para llegar hasta aquí, pero aún desconozco el motivo de su visita, a esta, mi prisión personal —la melancolía invadió el ser de la chica y su piel de nuevo se volvió más pálida. Solo recobrando color al calor de las brasas.
El león se levantó, erguido en sus cuatro patas, y desde su posición explicó su motivo para estar allí, con ella.
>>Eres más que una simple prisionera, y más que una mujer, tú trasciendes a otro plano por la sencillez de tu pensamiento. Eso no es malo, pero, cuando combatía en el pacífico, a espada y escudo, con el tiempo las cosas comenzaron a complicarse y la discordia nos dominó sin darnos cuenta, yo tuve que huir, tenía que salvarme, mis tropas ya no podían... Vagué por tierras pantanosas, por selvas de azufre y desiertos de flores. Moví cielo y tierra encontrando un motivo para mi pobre existencia, desconozco que son las emociones y mi único combustible era la valentía y gallardía con la que enfrentaba los problemas, pero eso es una cosecha de frías noches de verano. Una noche, mientras contemplaba a mis anchas el cielo boreal, mi corazón se iluminó. No necesité verlo para saberlo, solo la intensidad de aquella calidez y la imagen de una bella dama suspirando por la monotonía apareció en mi mente. Ese recuerdo no se desvaneció, por lo que tuve que salir de allí corriendo. No necesité que algo me guiara, nada externo, solo interno. De nuevo recorrí pantanos, campos de arena y mares de nostalgia para encontrarte, porque necesito de tu ayuda, Serena, mujer de maldición única.
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El león pensante y la mujer paloma
Kısa HikayeAyudé a un león a comprender lo que llamamos sentido. Yo era desde que nací, una mujer sin talento, de esas que solo están para amarse por su belleza y no por su intelecto. De esas que solo servían para procrear. Pensar era un tabú, pero no para él...