jazmín

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La vida de George parecía completa. Básicamente, había nacido y su vida estaba hecha. No necesitaba preocuparse por cada paso que daba, ya que todo estaba previsto de antemano. Sin embargo, no era del todo feliz.

-Su alteza, su almuerzo ya está servido- anunció el mayordomo.

-Mark, te he dicho muchas veces que puedes llamarme George- dijo el príncipe con una sonrisa amable.

-No puedo hacer eso mi alteza- respondió el hombre mayor avergonzado mientras seguía al joven.

-Nos conocemos desde siempre, eres como de mi familia.

-Aprecio sus palabras, príncipe George.

George iba a seguir hablando, pero sus palabras quedaron atrapadas al ver toda la comida esperándolo sobre la mesa de cristal, otra vez. "Mierda", susurró. -Mark, por favor, avisa en la cocina que no preparen tanta comida para mí. No voy a comer todo eso. No debemos desperdiciar tanto.

-Pero las órdenes de su familia son otras.

-No te preocupes, hablaré con mis padres. Pueden repartir la comida entre ustedes. Que no se pierda nada, por favor. Yo no como tanto -George soltó una risita sentándose para elegir algo para almorzar.

-Está bien, príncipe. ¿Desea algo más?.

-No, Mark, muchas gracias.

El mayordomo se retiró, dejando al castaño solo en aquel lujoso y gran comedor. Mientras almorzaba, pensó en su día y lo que debía hacer. Después de terminar, debía lavarse los dientes y esperar la llegada de sus maestros privados. Una sirvienta le llevaría una pequeña porción de frutas mientras descansaba en el jardín leyendo el periódico o algún libro. Luego, tendría que redactar algunas cartas a distintas personas importantes que en realidad ni siquiera conocía. Revisaría sus discursos próximos hasta que llegara el atardecer y tomara el té con su madre. Finalmente, cenaría antes de dormir. Sus días eran una rutina sencilla y aburrida.

-Madre, me gustaría compartir más con la gente del pueblo- anunció durante la cena, decidido.

-No se puede, hijo.

-¿Por qué no? Solo me gustaría escucharlos, animarlos y ayudarlos en lo que necesiten.

-Te pueden hacer daño, Gogy -habló su padre.

-¿Por qué me harían daño?.

-Hay gente muy malintencionada, bebé. Aún eres joven.

-Ya tengo diecinueve, mamá -respondió el príncipe molesto-. Además, me acompañarán los guardias reales y Mark.

-Debemos pensarlo, cariño, pero ¿sabes? No es mala idea. De hecho, es muy lindo de tu parte que hayas pensado en estar con la gente del pueblo en tus tiempos libres -la reina hablaba mientras dejaba unas caricias en la mejilla del menor.

-¿Ves? Estaré bien.

-Eres un buen chico, Gogy- finalizó el rey con una sonrisa.

[💮]

-Eres un tontito Dream- habló Karl riendo mientras estiraba un mechón rubio del ojiverde que miraba con frustración las flores de jazmín destrozadas en sus manos -Debes ir trenzando los tallos primero, luego cuando termines vas colocando las flores que quieras.

-Se escucha fácil, pero soy muy torpe Karl, además mis manos son muy grandes- Dream hizo un pequeño puchero en sus labios, luciendo derrotado -Jamás aprenderé a hacer coronitas.

-No te frustres, estoy seguro que aprenderás porque aparte de ser un berrinchudo, eres muy inteligente- Karl apretó la nariz del más alto sacándole una risita, pero de inmediato se alejó cuando sintió unos brazos en su cintura rodeándolo y luego la ya tan conocida barba de su novio rozar su mejilla.

-No le mientas a este inútil- habló el chico tras suyo sonando celoso.

-¡Nick!- lo regañó mientras se volteaba a darle un rápido besito en sus labios y le posaba una coronita de flores moradas y naranjas sobre su cabeza.

-Que linda te quedó, mi gatito- dijo Sapnap viéndose en el espejo de aquella floristería.

-Me dan asco- refunfuñó a modo de broma el de ojos verdes, levantándose a botar los tallos y flores destrozados a la basura.

-Dream, solo estás de nuevo de envidioso, lo entendemos.

-Sí sí, lo que digas maldita perra.

-Basta chicos, vienen clientes- los calló Karl caminando a la caja para saludar a los que ingresaban al lugar.

Los padres de Dream eran dueños de la pequeña floristería del pueblo, pero era atendida mayormente por Dream y sus dos amigos. Karl era el cajero, pero también se encargaba de hacer adornos florales, Sapnap se encarga de mantener limpio y repone cuando es necesario, aunque a veces ayuda a Karl con los adornos, pero no es muy bueno en eso. Dream mientras, es el que atiende y entrega, el ojiverde tiene un amor por las flores, sabe el significado de cada una de ellas y podría estar un día completo hablando de lo perfectas que son.

-Igual no sé para qué Dream quiere aprender a hacer coronitas si no tiene a quién dárselas- habló Sapnap cuando los clientes terminaron de pagar por unos adornos florales y ya se habían retirado.

Karl soltó una ruidosa risa, pero enseguida se sintió mal por el rubio y se calmó.

-Estúpido- respondió el más alto.

-No seas así gatito, Dream encontrará algún día a alguien a quien darle sus coronitas mal hechas, ya verás.

El ojiverde solo sonrió.

princes and flowers ; dreamnotfoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora