margaritas

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Había pasado una semana desde la última vez que vio a Dream, únicamente porque no sabía qué excusa poner para ir a verlo, no deseaba parecer un intenso, aunque ansiaba poder volver a escucharlo y que volviera a posar una de sus coronitas en su cabeza, también le gustaría invitarlo al castillo y que viera las lindas rosas rojas del jardín, pero sabía lo complicado que era eso.

Jamás ha tenido un amigo y la mayor tiempo de su vida la había pasado solo y encerrado, a pesar de que a veces lo visitaban sus primos, no era lo mismo. El deseaba conocer más personas, Dream era lo que buscaba, claro Karl y el chico de barba también, los tres parecían muy amables, conocerlos mejor y que ellos también lo vean como uno más, olvidando en algún momento que es un príncipe, no era mala idea.

Observó la coronita de flores marchitas que Dream le había regalado. Estaba cuidadosamente colocada sobre su tocador y sentía un poco de temor al manipularla, pues no quería que se desarmara. Sin embargo, deseaba guardarla entre las páginas de un libro para que permaneciera allí para siempre y no se marchitara por completo. Había hecho lo mismo con la rosa morada y los narcisos previamente, mientras que la lavanda la dejó secar para decorar su habitación. Realmente valoraba mucho esos obsequios ya que nadie le había regalado algo así antes. Aunque a veces pensaba que tal vez le estaba dando demasiada importancia, pero para él esos regalos significaban demasiado.

Al terminar de guardar con mucho cuidado la coronita de flores, volvió a leer e intentar memorizar aquellos discursos que debía dar la próxima semana. En Francia.

Es lo que le generaba más nervios en realidad, porque había olvidado un poco el idioma y su pronunciación, pero un maestro de francés lo evaluaría antes y eso lo dejaba más tranquilo. Esta sería la primera vez que viajaría sin sus padres a otro país, pero desde que cumplió dieciocho sus tareas fueron escalando hasta ahora que ya tenía diecinueve y tenía responsabilidades que podía asumir solo, como llegar a acuerdos con el presidente de Francia.

Frustrado, pasó sus manos por su rostro. Sabía todo lo que debía decir, pero aún así se atormentaba sobrepensando cosas que eran muy poco probables que ocurrieran. Lo mejor sería tomar un poco de aire. Se puso de pie, algo cansado, y buscó su nuevo y cálido sweater amarillo oscuro para abrigarse. Salió de su habitación y se dirigió hacia el estudio, donde esperaba encontrar a su mayordomo, quien siempre estaba dispuesto a brindarle su apoyo y sabiduría.

Al llegar al estudio, encontró al mayordomo revisando algunos documentos. Su presencia serena y su dedicación le inspiraban confianza. Mark levantó la vista y, al ver a George, esbozó una cálida sonrisa.

-Príncipe, ¿en qué puedo ayudarlo?- preguntó el mayor con cortesía.

El príncipe se acercó al escritorio y se apoyó en él, sintiéndose un poco más tranquilo al estar junto al hombre -Estoy un poco nervioso por mi próximo viaje a Francia, Mark. Aunque he practicado los discursos, aún me preocupa mi pronunciación y si podré manejar todas las responsabilidades que me esperan- admitió con sinceridad.

Mark asintió comprensivamente y colocó una mano reconfortante en el hombro del príncipe -Su alteza, confíe en sus habilidades y en todo lo que ha aprendido. Ha demostrado una gran dedicación y preparación. Estoy seguro de que se desenvolverá con elegancia y cautivará a todos con su elocuencia- respondió con voz serena.

El príncipe asintió, agradecido por las palabras de aliento de su leal mayordomo. -Gracias, Mark. Tus palabras significan mucho para mí. Me siento afortunado de tener a alguien como tú a mi lado- expresó con gratitud.

Mark sonrió humildemente. -Es un honor servirle, su alteza. Estoy aquí para apoyarlo en todo momento. Ahora, permítame revisar una vez más los detalles del viaje y asegurarme de que todo esté en orden. Confíe en mí, nos aseguraremos de que todo salga según lo planeado- afirmó con determinación.

princes and flowers ; dreamnotfoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora