Idiota.
No era más que un idiota.
Lo que le había dicho terminó por acorralarlo, porque fue incapaz de aprovechar aquel momento.
Dio un suspiro, el octavo, en un rango de tres minutos, en su mente solo podía pensar en por qué había dicho aquello, si tan solo se hubiese quedado callado.
Otro suspiro, tenía que arreglar las cosas con Lucas. Ninguno de los dos se había dirigido la palabra en todo el día de ayer, no quería continuar con un segundo día, además, Emma no tardaría en llegar.
Arrastrando sus pies, salió de su habitación con rumbo a la cocina para buscar la comida para el gato, pero sus pasos fueron frenados por la presencia de Miller frente al televisor.
Tocaba con sus manos la mesita de enfrente, deslizando con cuidado los dedos sobre la superficie lisa, después por el sillón y detrás de los cojines, ¿qué estaba buscando?
—¿Dónde demonios está el control? —Samuel lo buscó con la mirada, encontrándolo a los pies de Salem, el gato, quien ya parecía haber mordisqueado los botones. Se acercó con cuidado y depositó el control remoto en una esquina de la mesita. Lucas pudo encontrarlo esta vez.
Se dirigió a la cocina para tomar el alimento de Salem. El gato corrió al escuchar el ruido en su tazón y maulló a Samuel para que lo dejara probar. El sonido había sido suficiente para alertar a Lucas de su presencia.
Intentó comenzar una conversación desde la barra de la cocina, pero solo consiguió que sus palabras se ahogaran en su garganta.
No, no podían seguir así. Tomó aire dispuesto a entablar una conversación, pero se vio interrumpido por la llamada del timbre a su puerta.
No se equivocó al pensar que era Emma, la joven saludó como de costumbre y dejó una caja de galletas que había comprado en el pueblo donde vivía.
El joven sonrió, recordaba cada detalle del lugar donde las hacían, una microempresa con bastante popularidad en su pueblo, su madre en algún momento había hecho una donación a la familia para que pudieran hacer funcionar el negocio luego del fallecimiento del señor de la casa.
—Extrañaba el sabor de estas galletas.
—Hermanito, ¿quieres probar?
Lucas se acercó hacia la cocina donde ambos estaban conversando. Recibió una galleta directamente a su boca de parte de Emma y masticó con cuidado.
—Tiene nuez.
—Así es. Son deliciosas.
Samuel le dio la razón, luego miró como Lucas se alejaba de nueva cuenta hacia el televisor mientras devoraba su galleta, dejando pequeñas migajas en las comisuras y sobre el labio inferior.
Tuve entonces el impulso de ir y pasar sus dedos por aquella boca para limpiarla, pero fue solo un destello en sus pensamientos, y agradeció que su cerebro tomara las riendas de su situación actual. Se preguntó luego si tal vez podía tener oportunidad de hablar esa noche con él, ir a su recámara más tarde y disculparse por haberle gritado.
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Los ojos del alma ©
RomanceLucas vive encerrado en su propia oscuridad, con el corazón hecho añicos y sin poder ver los colores del mundo. Samuel irradia luz, expone sonrisas y deslumbra a todos con sus vivaces colores. Lucas vive sin la motivación de seguir adelante, bajo el...