Capítulo 6

1.9K 274 91
                                    


Spreen y Quackity iniciaron su relación secreta. 

Sus costumbres no cambiaron tanto, excepto que ahora Spreen estudiaba junto a Quackity por las noches, ambos iban a la biblioteca para platicar, hacían tareas en una cafetería y, pese a que no compartían clases, ambos se apoyaban y aprendían del otro. 

Spreen no disimulaba su felicidad de pasar más tiempo con Quackity, tanto así, que sus compañeros no tardaron en darse cuenta de que algo había cambiado. 

—. ¿Y esa sonrisa? - pregunta una de sus compañeras, quitándole la gorra y poniéndosela —. ¿Paso algo nuevo? Te he visto muy alegre últimamente. 

Spreen frunció su ceño al ya no sentir su gorra, si la usaba era porque algo, y que se la sacaran le bajaba. 

—. Nada nuevo - responde tranquilo, quitándole la gorra a la chica y volviéndosela a poner. 

Spreen se iba a ir, pero fue detenido por el brazo de la chica —. Oye, estaba pensando, y quería saber, si ¿aceptarías salir conmigo? - la pregunta lo confundió. 

La chica pareció darse cuenta de cómo había sonado aquello, ruborizándose. Negó con la cabeza y trató de explicarse. 

—. No de esa forma, me refería a que si querías salir a algún lado casual, el cine, el parque, la feria, o algo así - se justifica la chica. 

—. Perdón, pero no puedo, ya quede con alguien - responde Spreen. 

—. ¿Para la próxima entonces? - pregunta ella, con una pequeña sonrisa. 

—. Si me queda tiempo tal vez - responde Spreen —. Chao Sele. 

Spreen se despidió de la chica y se fue corriendo a tomar el colectivo, iría al instituto de Quackity para luego llevárselo a algún lado para cenar. Había ahorrado todo un mes para poder complacerle el capricho que desee durante esa noche. 

Al llegar al instituto, se dio cuenta del por qué Quackity se esforzaba tanto en el estudio. Era un edificio grande, con lindos jardines y buena seguridad. Quackity tiene padres que reciben dólares como ingresos, por lo que darle ese "lujo" a su hijo no era nada, pero igual Quackity lo apreciaba y lo aprovechaba. 

Espero alrededor de treinta minutos, cuando por fin marcaron las seis treinta y los alumnos comenzaron a salir. 

Algunas chicas y chicos se le quedaban viendo, algunos con curiosidad, y otros con picardía. Pero a él no le interesaba, él estaba ahí por una razón: Quackity. 

El mayor salió del edificio, despidiéndose de algunos compañeros. 

Cuando cruzaron miradas, el mayor no pudo evitar sonreírle, se acercó y lo abrazo. Spreen disfruto ese abrazo, marcando al mayor con su aroma, algo que ya era tradición entre ellos. 

—. ¿Qué haces aquí? - pregunta Quackity, caminando al lado del menor. 

—. Hoy es el día en el que hace cinco meses te pedí que fuéramos pareja, así que, para celebrar, vine a recogerte para ir a cenar. Ya le avise a tus padres, por si tienes dudas - responde Spreen, sonriente y orgulloso. 

Quackity asintió, se sentía feliz de tener a Spreen, al menos por ese tiempo. 

Tuvieron una agradable cena, vieron una buena película en el cine, y por la madrugada, volvieron a aquel parque donde había comenzado la mejor época de sus vidas. 

Quackity suspiro, sonriente —. Disfrute mucho esta noche, muchas gracias - dice, tomando con delicadeza el rostro de Spreen para besarle la mejilla, el menor se decepciono por el lugar del beso, pero habían acordado llevar eso de manera lenta. 

—. No es nada, sabes que haría cualquier cosa por ti y tu felicidad - responde Spreen, besándole la frente. 

Quackity sonrió, pero esta vez, entristecido. Spreen notó esa reacción, por lo que pregunto a qué se debía. El mayor se negó a responder, pero Spreen no se dio por vencido y lo convenció. 

—. Cuando finalice el bachillerato en este país, me iré a Estados Unidos para estudiar la Universidad - revela, dándole un mal trago al menor —. Mis padres hablaron con la federación de qué pasaría contigo, pero dijeron que no podrías cruzar la frontera hasta que cumplas los dieciocho. 

Spreen apenas tenía catorce años, lo que significaba que tendría que esperar dos años. 

—. Dijeron que por cuestiones de tiempo, no importaba qué, pero el contrato no se iba a disolver hasta que uno de los dos muera. Así que, supongo que es como el contrato del destino, ese de la leyenda de destinados y el cliché de series - comenta Quackity, intentando aliviar la tristeza de Spreen. 

—. No te veré por mucho tiempo - dice Spreen, decaído. 

—. Pero no pasará nada, podremos avanzar con nuestras vida individualmente. Después de todo, nos reencontráremos - intenta aliviar. 

Spreen lo mira, entristecido —. Sí, supongo que esta bien - finaliza Spreen, sonriendo —. Sólo que eso significa, que tendrás que darme un mega regalo para no olvidarte. 

Quackity no lo miró burlón —. Un escritor famoso una vez dijo: "si necesito algo para recordarte, es porque puedo llegar a olvidarte, y olvidar lo que eres para mí no es aceptable". ¿Me olvidarías así de fácil, Spreen? - se burló el menor, haciendo un mohín. 

Spreen se mordió su labio inferior, nervioso. Era obvio que no podría olvidarlo fácilmente, probablemente luego de los cuatro años siga pensando en él antes de dormir. 

El menor se levantó de su columpio y se acercó a Quackity, sujetándolo del rostro. 

—. No digas eso, Quackity - dice Spreen, firme, probando un escalofrío en el mayor —. Ni siquiera de broma, porque... yo no podría olvidarte ni porque me diera alzheimer. 

El mayor asintió, sonriéndole, pero esa sonrisa a Spreen se le hizo tan distinta. 

Quackity no podía con la cercanía, lo tenía tan cerca. Sus ojos se desviaron de los ojos violetas hacia sus labios, provocando un sonroso en Spreen. 

—. ¿Me quieres besar? - pregunta el menor, burlón y sonriente. 

El mayor se mordió el labio inferior, volviéndose hacia los ojos violetas —. Por favor - pide el mayor. 

Spreen jadeó ante su respuesta, se terminó acercando hasta juntar sus labios con los del mayor. Fue un roce, pero fue lo más satisfactorio para ambos. 

Un beso adolescente, un beso inocente, un beso de dos enamorados locamente. 

Al separarse, se miraron entre sí para comenzar a reír, había sido el mejor contacto que habían tenido. 

—. Vamos a casa - dice Spreen, ayudándolo a bajarse del columpio. 

Ambos caminaban por la calle, alegres, olvidándose nuevamente, de que alguien los había espiado. 

¿Pero que importaba? Estaban felices de estar juntos. 







Amigo, soy feliz, se cancelaron las clases para mañana y eso significa que veré la bienvenida de los franceses sin problema lptm. Gracias Dios. 

El Último Compañero - SpreeckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora