Había pasado una semana, las cosas entre Quackity y Spreen no habían marchado bien.
Spreene evitaba a Quackity cada que quería hablarle, y Quackity no podía coincidir casi nunca con él.
El mayor tenía su horario de estudio desde las cuatro de la madrugada para tomar el colectivo, hasta las seis y treinta para regresarse devuelta.
Mientras que Spreen solía ir a las seis de la mañana y regresar a las doce treinta.
El menor calculaba la hora en que Quackity regresaría a la casa para irse, se iba con amigos u otra persona para no toparse con el mayor, regresaba a una hora donde el omega estuviera dormido y así poder descansar para repetir lo mismo los días siguientes.
Los adultos no se entrometían tanto en su discusión, pero si los aconsejaban.
La madre de Quackity le aconsejó ser paciente, mientras que el padre de Spreen le aconsejó ser decidido.
Así que, mientras Quackity tomaba las cosas con paciencia, pensando en qué diría y cómo solucionaría las cosas; Spreen pensaba en qué quería y cómo lo quería.
El menor quería a Quackity, le encantaba ese omega.
Pero ya lo había rechazado, y aunque lo quería, debía interesarse también en sí mismo, o eso le dijo su madre. Y para él, lo más importante es la felicidad. Su felicidad estaba con Quackity, pero si él no quería ser participé de su vida en la forma que él quería, no tenía de otra más que enfocarse en buscar su propia felicidad en otro lado.
Y fue así como, una madrugada, un viernes frío, solitario.
Spreen caminaba por la calle solo, abrigado por su suéter y sus audífonos.
Regresaba hacia la casa, siendo consciente de que eran las dos de la madrugada y que Quackity ya estaría dormido. Se sentía cansado, toda la semana había llevado esa rutina agotadora.
Al pararse frente a la reja para entrar al patio, se encontró con un omega sentado en las gradas frente a la puerta principal. Quackity veía su teléfono, concentrado, hasta que sintió aquel aroma familiar para él.
Alzó su rostro, haciendo contacto visual con aquellos iris violetas, Spreen lo miraba sorprendido, suponía que no se esperaba encontrarlo.
—. Hola, creí que no regresarías, estaba preocupado - dice Quackity, sonriéndole.
Spreen se sonroso, aunque sabía que debía de superar dicho "enamoramiento", era muy complicado cuando sabía que ese chico podía dominarlo solo con una sonrisa.
—. ¿Qué haces despierto? Dentro de una hora tenés que comenzarte a alistar para ir a estudiar - dice Spreen, se quitó sus auriculares y apagó la música.
—. Oh, bueno. No pensaba ir, quería hablar contigo - responde el menor, parándose para quedar frente al menor.
Spreen suspiró pesado, sabiendo de qué iban a hablar —. No tenías que hacer algo así. Sé lo importante que son tus estudios, así que no tienes por qué preocuparte por algo tan irrelevante.
Spreen agachó su rostro, mordiendo su labio inferior para retener cualquier hipido, no quería que notará que estaba llorando, se sentiría muy avergonzado, se suponía que era un alfa.
Quackity se acercó lentamente a él y se posó de cuclillas, alzando su rostro hacia arriba para ver el de Spreen, se fue levantando con lentitud, al mismo tiempo que iba posando sus manos en el rostro del menor para limpiarle las lágrimas.
—. No digas que es algo irrelevante, tus sentimientos son muy importantes. Por eso creo que deberíamos de hablar mejor las cosas, estando ahora con la cabeza fría. ¿Te parece si nos perdemos por ahí mientras hablamos? - preguntó, Spreen asintió.
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El Último Compañero - Spreeckity
FanfictionEn un mundo donde todo está acabando. La salvación: dos jóvenes, un omega y un alfa dominante; y una federación. El último compañero para prevalecer la especie alfa/omega eran ellos, Spreen y Quackity, unidos por una federación, o quizá por el des...