Capítulo 3: ¿Qué hago aquí?

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Un mes ha pasado desde que asumí la presidencia, la verdad es que en este tiempo me he sentido cada vez más cómoda con mi trabajo, los roces algunas veces son inevitables, pero trato de no dejar que me afecten demasiado, con la que más problemas he tenido ha sido con Doña Marcia, pero era de esperarse. Me sorprendió muchísimo cuando las del cuartel muy serias llegaron a buscarme el viernes siguiente de que empecé como presidente, fue en la tarde cuando casi todos los ejecutivos se habían ido, el único que se quedaba hasta que yo me fuera sin importar la hora era Don Fernando. Las muchachas llegaron a la oficina, todas juntas empujándose unas a otras con un sobre de manila amarillo en la mano, Paula María se sentó y muy apenada me dio el sobre. En ese momento yo estaba sola, Don Fernando había ido a firmar unos contratos y por eso las muchachas entraron. Al abrir el sobre y ver el papel que tenía dentro, mi corazón se paralizó y mis ojos se agrandaron, mi tic apareció de inmediato, solo sentí como Irmita me tomó de la mano en señal de apoyo, tomé aire y me dispuse a explicarles todo a mis amigas, ellas se merecían saber la verdad, aunque me doliera contar aquella historia se lo tenía que comentar a ellas. Me sorprendí al ver que cuando les hablé no lloré, mi voz no se quebró y me sentí un poco más liberada al decirlo todo en voz alta.

M- manigüis, pero no entiendo, si dices que todo lo que Don Fernando hizo y te dice es mentira, ¿cómo explicas lo que le dijo a Doña Marcia hace una semana?

L- ¿de qué hablas Martha?

Lo- ay mi Lety, es que no te habíamos dicho nada porque no entendíamos bien lo que estaba pasando, pero ahora que tu nos cuentas tu versión y al haber escuchado aquellas palabras de Don Fernando la verdad a mi no me quedan dudas de las palabras que le dijo a Doña Marcia, es que no acaba, nunca acaba.

L- pero qué palabras Lola, no las entiendo.

En ese momento las muchachas me contaron todo lo que escucharon detrás de la puerta de la oficina de Doña Marcia, todo lo que Don Fernando le había dicho, que él había terminado con el compromiso, que le pidió que me respetara y que no me humillara, todo lo que en esa oficina se dijo las chicas me lo comentaron. Yo estaba pasmada, no lo podía creer, es que aquella actitud era muy rara en él, no entendía qué ganaba él con enfrentarse así a todos por defender algo que nunca existió.

I- si me lo permites Lety, yo creo que mi Don Fernando sí se enamoró de ti, como él mismo lo dijo cayó en su propio juego y cayó rendido a tus pies.

L- no Irmita, por supuesto que no, eso son solo mentiras que el señor ha repetido tanto que ahora todos le creen, pero por favor muchachas ya no me hablen más del tema, no quiero saber nada más, ya les conté como pasaron las cosas y el tema está cancelado.

S- pero Lety, es un chisme de altura, ¿cómo nos dices que son puras mentiras? la verdad yo no creo que sean mentiras, en sus ojitos se ve la tristeza que anda cargando el pobre, aunque se lo merece, porque mira que hacerte lo que te hizo, pero si anda muy cabizbajo y además ¿qué ganaría con andarle diciendo a todo mundo que te ama?

L- ya les dije lo que pasó, el Señor Fernando se ha vuelto experto en mentir, él debe temer aún por su empresa, debe tener miedo que yo me quede con todo y por eso piensa que me puede tener de su lado con el mismo juego, pero ya no quiero hablar más de esto, se los pido por favor.

I- claro que si mi Lety, no te preocupes ¿verdad muchachas?

Todas asintieron con la cabeza y salieron un poco cabizbajas, cuando iban saliendo se toparon a Don Fernando quien las saludó muy amablemente, les hizo algunas bromas u habló muy bajito con Martha, ella siempre había sido su informante de todo lo que pasaba en los pasillos de Conceptos, la verdad me generaba gracia ver la relación que tenían, eran cómplices en casi todo. Luego de despedirse de las muchachas llegó a hablarme a mi directamente, se quedó parado frente a mi escritorio, casi nunca se sentaba y siempre mantenía la distancia aunque lo agradecía, por dentro sentía que mi cuerpo ardía por tenerlo cerca, poder oler su aroma, mi corazón seguía latiendo por él, pero mi mente sabía que era todo un engaño.

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