Capítulo 1

1 0 0
                                    


Narrado desde la perspectiva de Raúl
Coyoacán, Ciudad de México.

17 de agosto de 2026. 07:00 AM.

Me desperté de golpe, gritando y llorando desesperado; de fondo, la alarma de mi teléfono sonaba. La ansiedad se apoderó de mí y mi corazón se aceleraba.

— ¡Es mi culpa, yo lo maté! —grité una y otra vez.

Alicia, mi amiga y roomie, entró y corrió a abrazarme.

— Todo está bien, Raúl, relájate— dijo—. Sólo fue un sueño.

Yo no paraba de llorar.

— Otra vez soñé con él, Licha— le platiqué mi sueño—. Otra vez lo vi morir.

— Pero ya pasó, ahora estás en la vida real— me dijo mientras me acariciaba la cabeza.

— No sabes lo que daría por verlo otra vez y decirle que lamento lo que pasó.

Tomé el teléfono, apagué la alarma y lo coloqué en el buró.

— ¿Te parece si te metes a bañar mientras hago el desayuno?

Miré a Alicia, y asentí.

— Vale— sonrió ella—. Y por favor, lávate los dientes como el dentista te dijo, no queremos que se te caigan.

Me levanté de la cama y me dirigí al closet, de donde saqué un bóxer, un short y una toalla limpia. Caminé a la puerta de mi habitación y un gato negro me miró con detenimiento y me maulló. Lo cargué y lo abracé. Comenzó a ronronear y, al llegar al baño que estaba al final de pasillo, lo dejé en el piso y entré. Ese gato era Merlina, la "gathija" de Alicia.

Momentos después, el agua recorría mi piel desnuda, mientras seguía pensando en la culpa que aún me hacía la vida imposible.

Aun después de 4 años podía ver su rostro resignado y la sangre saliendo a borbotones de su cuello, cuando aquel desgraciado le cortó la garganta. Sus lágrimas rodando por sus mejillas y su último "te amo", antes de que la luz se escapara de sus ojos para siempre.

Rubén era mi mayor tesoro en ese momento; cumpliríamos 4 años de casados, sin embargo, un malnacido tomaría su vida en venganza por hacer mi trabajo y lo mandarlo a la cárcel por asaltar y herir a una persona, un año antes. Rubén no tenía ninguna cuenta pendiente con nadie, mucho menos con ese criminal, pero aun así terminó pagando con su vida.

Este criminal, cuyo nombre no quiero ni recordar, había sido detenido una noche después de asaltar a un transeúnte, herirlo con una navaja y quitarle casi 10 mil pesos. Recibimos el reporte y fuimos a auxiliar a la víctima. Minutos después de perseguir al criminal, logramos capturarlo y fue remitido al reclusorio oriente; lo que supe fue que el juez en turno le había dado dos años de sentencia. Afortunadamente para él, el transeúnte sobrevivió, por lo que no recibió una pena más dura. Un año después, salió por buen comportamiento y comenzó la casería contra mí y, al ver que Rubén era lo más importante para mí, le arrebató la vida. Su argumento fue que, por mi culpa, esa noche su madre, quien estaba enferma de cáncer, no recibió el medicamento que necesitaba y días después murió, por lo que juró tomar venganza contra mí. Lo que nunca entendí fue porqué jamás tomó venganza contra mi otro compañero que me ayudó a detenerlo esa noche.

Un secreto que no le he dicho a nadie es que, días después que lo enviaron al penal de Santa Marta Acatitla, le pagué mensualmente a un grupo de internos que lo torturaron durante meses y evitaban a toda costa que se suicidase, y cada día que lo torturaran, le recordaban el nombre de Rubén y el mío. Disfruté tanto escuchar las historias de "la mocha", el interno al que le pagué durante 6 meses, de cómo en sus ojos se dibujaba el miedo y el deseo de morir cada que "jugaban" con él. Lo hice pasar un infierno en vida y eso fue lo más satisfactorio entre tanta mierda que estaba viviendo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 21, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

LA OTRA TIERRA | AnáhuacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora