Heridas

Sorpresa

-Estas frito Eijiro, después de que te gane necesitarás otra hibernación para olvidar la vergüenza.

Bakugo disfrutaba de vanagloriarse con sus triunfos, engrandeciéndose por las incontables batallas que a su corta edad ya había ganado, si bien su amigo no era un dragón débil, nunca estaba de más burlarse un poco de él por perder ante su grandeza.

-Vamos Blasty, solo tienes que admitir que tienes miedo porque yo puedo transformarme y tú no.

Era evidente que Kirishima había nacido con grandes y fuertes alas que carecían de miedo, su cuerpo estaba lleno de brillantes escamas por lo que era evidente que no tendría pelos en la lengua para decir lo que pensaba aún cuando eso significara, ser directo con Bakugo sin detenerse a pensar mucho  en posibles consecuencias.

Aquellas certeras palabras fueron el detonante del mal temperamento de aquel joven, su escasa paciencia se había acabado, Bakugo sin mayor demora tomó aire y comenzó a transformarse, la cara humana se deformaba para dar paso al hocico de un dragón, la espalda quedó arqueada y el cuerpo a cuatro patas, escamas y garras iban brotando mientras su tamaño aumentaba, unos segundos fueron suficientes para que Kirishima hiciera lo mismo, las alas de ambas bestias se extendieron cubriendo los escasos rayos de sol que caían sobre sus cuerpos. Algo que jamás iba a aceptar es que Kirishima era mucho más grande que él y que además de eso, sus alas no eran tan grandes por lo que no abarcaban tanto.

Entre gruñidos y bufidos se veían a los ojos, provocando al otro con alguno que otro insulto a su ego, naturalmente que su espíritu competitivo y poco autocontrol hicieron que el cenizo se levantara del suelo batiendo las alas, no tardó mucho en verse en el cielo un enorme dragón carmesí que le seguía el paso, desesperados por tener una altura superior al otro, para demostrar superioridad fueron hacia las nubes más altas donde el sol no podía verlos.

Mientras tanto en la sala de reuniones, se encontraba el consejo del clan mestizo y un representante de cada clan vecino y aliado, incluido el representante del clan Homura que pertenecía a los Kirishima. Todos se veían con cierta intriga ya que nadie sabía porque estaban reunidos, los reyes entraron a la sala y tomaron asiento dando inicio a la junta.

-Honorable consejo, respetables representantes, Rey Masaru.

Comenzó hablando el padre de Kirishima quien se veía con una profunda tristeza y preocupación en los ojos, se levantó de su asiento e hizo pasar dos hadas que siempre ayudaban en las reuniones, ya que al ser seres que manejaban la magia eran capaces de hacer que todo aquel que estuviera presente, viviera los eventos narrados por quien llevara la asamblea.

-Hemos sido amenazados no solo los del clan de Homura o los del Este, nuestro estilo de vida como lo conocemos, corre un grave peligro.

Todos en la sala empezaron a tener dudas y miedo, se escuchaban murmullos que hacían eco en la habitación, la forma tan seria en que de pronto se había pintado la situación les hizo saber que aquello no era ni remotamente, una estúpida broma.

¿Qué estás diciendo Tatsu? -Preguntó Masaru en un tono notoriamente preocupado-

-Digo que hace no más de seis meses, varios de mis centinelas revisaban las fronteras mientras los cazadores estaban fuera, cuando se dieron cuenta de que había nuevos olores acercándose, creyeron que no serían más que algunos animales que estaban de paso, pero ese olor nunca antes había rondado por nuestra zona, ninguno de ellos supo que animal era, solo dijeron que apestaban a metal y alguna clase de mineral desconocido, dejamos que siguieran su camino, ya que la Gran Madre nos daba alimento suficiente, derramar sangre por curiosidad sería una aberración. 

-Días más tarde encontraron el cadáver de uno de esos animales raros y estaba completamente destrozado, pero el estado en que encontraron el cuerpo no es el problema sino lo que vino después, ese animal era muy parecido a ustedes, -señaló con la mirada a Masaru-, solo que al verlo de cerca no tenía alas, ni garras, ni siquiera colmillos...

-Además, ellos no tenían olor a dragón así que puse a todas mis brujas y hechiceros de confianza a buscar que rayos eran esos demonios con apariencia de mestizo

- ¿Mestizos sin alas?
- ¿Extraño mineral?
- ¿Animales que emigran?
- ¿Olor a metal?
- ¿Y un cuerpo además?

El consejo y los representantes estaba confundido, con más preguntas que cuando llegaron, ahora la junta era sobre animales extraños que expiden olor a metal y se matan entre ellos, pero nada de lo que decía Tatsu aclaraba la duda que tenían en común, aquellos animales que parecen mestizos y fueron a dar al clan Homura ¿Por qué son una amenaza? 

-Tatsu... Esos animales...

La cara de Masaru se deformó en una mueca de miedo y angustia, ya había visto esos seres en otra vida, sabía quienes eran y sabía que no se irían por la paz, hace miles de lunas su tatarabuelo le contó la historia de los "dragones sin alas" seres que acababan con toda la vida a su paso, podían matar y quemar sin garras ni aliento de fuego, podían extinguir civilizaciones incluso de su propia especie. Eran seres egoístas y asesinos por diversión.

Aunque había otros que eran amantes de la tierra y de la vida, que intentaron hacer un lazo con los dragones del bosque en la época de las primeras canciones, se llaman así mismos "Humanos" "Personas" aunque tenían la apariencia de un dragón, no lo eran por naturaleza, algunos de esos humanos se aparearon con los dragones, dando paso a nueva generación de "mestizos" dragones que al tener sangre humana, no nacían completamente dragón ni totalmente humanos, quieres eran bendecidos por la Gran Madre Gaia, nacían con la apariencia de un humano pero con la habilidad de transformarse en hermosos dragones, se les conocía como los "metamorfos", algunos otros nacían con rasgos de dragón como cuernos, garras, escamas, ojos inusuales, colmillos pero, sin poder convertirse en dragones, las nuevas generaciones nacían cada vez más humanas por la mezcla de sangres, hasta que se desató una terrible enfermedad que los humanos viajeros trajeron de otras tierras, la piel se les llenaba de úlceras y extrañas manchas rojizas, se volvían locos, deliraban durante días o semanas hasta que por fin la enfermedad los reclamaba y cobraba sus vidas.

Fue entonces que el viejo Rey que estaba al mando tomó la decisión de expulsar a los humanos de su tierra y quemar los cadáveres de todos los caídos en la peste, para así evitar que el virus se siguiera propagando, mudándose igual a otra tierra, al Este de toda esa devastación y contaminación que los humanos habían provocado. Fue entonces que los clanes vecinos comenzaron a llamarlos "El clan de los mestizos" a modo de una ofensa por tener sangre contaminada.

Pero aquel apodo, les encantó al punto que ellos mismos se empezaron a hacer llamar "El clan del Este, clan de los mestizos" sintiéndose orgullosos de su nuevo nombre. 

Fueron atacados innumerables veces por otros clanes que trataban de ahuyentarlos, en una lucha por el territorio, pero el Rey era más sabio, ordenó a sus guerreros más fuertes ir a la batalla y volver con la cabeza del líder del ejército contrario ya que esa sería su nueva casa, y no tenía pensado que los volvieran a echar o hacer que salieran huyendo, nunca más los verían asustados, nunca más iban a escapar de la batalla. Desde ese día se dedicaron a someter a los clanes vecinos, matar a todos aquellos que estuvieran en su contra, declarando la guerra por poder y disfrutando de sus victorias, sabiendo que al morir irían con la Gran Madre a pelear ante ella y comer a su mesa, sabiendo que al morir en la guerra vendrían por ellos hermosos seres de luz y nubes, para llevarlos donde la Gran Madre los estaría esperando en un salón de oro y plata, con sus familias sentadas a una hermosa mesa hecha de estrellas, y ahí contarían anécdotas de sus batallas, al final comerían y beberían hasta saciarse solo para pelear una vez más ante los ojos de Gaia. 

-Han vuelto...

Dijo Masaru en un susurro, que apenas pudo escuchar Tatsu, quien se encontraba a su lado.

-Vaya, que sorpresa.