Prologo

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Anahi Puente tomó un profundo y reflexivo aliento mientras se contemplaba en el espejo de cuerpo entero del cuarto de baño. Esto no puede estar tan bien como se ve, pensó malhumoradamente. No puedo estar tan bien como me veo…

Era bastante bonita, supuso, con su pelo rubio oscuro y sus ojos azules de cielo. Indudablemente belleza promedio más que hermosa, pero lo bastante bonita como para tener citas, debería haber estado llevando una vida más emocionante. Y, sin embargo, no las tenía y no la llevaba.

Treinta y cuatro años y nunca se había casado, Anahi estaba contenta con ser soltera y lo había disfrutado hasta ahora. Le gustaba vivir sola, saborear la libertad de ser capaz de hacer lo que quisiera cuando quisiera sin necesidad de consultar con un hombre sobre sus proyectos para la tarde. Ser soltera definitivamente tenía sus recompensas.

Pero, concedió, tenía también sus inconvenientes.

La soledad era el más grande de ellos. Montones y montones de noches solitarias pasadas contemplando la almohada vacía al lado de la suya en la enorme cama, fantaseando acerca de enamorarse, fantaseando sobre situaciones sexuales escabrosas en las que nunca se encontraría de una manera realista. Ella era una mujer normal después de todo. Tenía necesidades. Pero en su mayoría, suspiró, en su mayor parte solo fantaseaba con obtener compañía.

Sin embargo, se recordó a sí misma alzando la barbilla, no estaba totalmente carente de compañía, solo carente de compañía masculina. Y, pensó intencionadamente mientras su gato Hércules se paseaba desde el cuarto de baño hacia la cocina con un miau, compañía masculina humana en particular.

Hizo una mueca, preguntándose, no por primera vez, si se había convertido por descuido en el retrato viviente de una vieja doncella sin siquiera darse cuenta. Hércules, pensó gravemente, era solo uno de un magnífico total de diez felinos que vivían en su apartamento.

¡Diez gatos! Anahi gesticuló. ¿Cómo demonios había logrado adquirir diez gatos? Era como si se hubiese dormido una noche como una mujer joven y despertase la mañana siguiente como una patética solterona …

Puso los ojos en blanco frente al espejo.
—Detente, Anahi —castigó a su imagen—. No eres una solterona y lo sabes. Solo estás… —suspiró—. Únicamente estás sola y aburrida.

Era la verdad y lo sabía. Sí, tenía treinta y cuatro años. Sí, nunca había estado casada. No, no tenía citas con nadie ahora y no las había tenido en al menos seis meses.

Pero en general amaba su vida. Disfrutaba de su posición como profesora de Antropología en la Universidad Estatal de San Francisco, encontraba que las investigaciones que hacía de otras culturas con sus estudiantes graduados eran vigorizantes y desafiantes.

Y, pensó mientras inspiraba, no había nada incorrecto en poseer gatos. Muchos gatos. Montones de gatos. Todas las clases de gatos. De cabello corto, más bien pequeños, de pelo largo y larguiruchos, grande y grasosos, y…

Sus dientes se apretaron. Bien, después de todo tal vez poseía demasiados malditos gatos.

Pero aparte del hecho de que era una mujer sola en la sociedad humana, no había nada malo con su vida y ella lo sabía. Y realmente, pensó con una sonrisa cuando Zeus saltó sobre el lavamanos y ronroneó contra su mano mientras su lengua áspera acariciaba su piel, no había nada malo con ser una desesperada adoradora del pelo de gato, amante de los felinos. Era solo que…

Su sonrisa se evaporó lentamente mientras se contemplaba en el espejo. Solo sucedía que estaba un poco cansada del status quo, un poco cansada de llevar una existencia aburrida y complaciente.

Y, reconoció mientras tomaba un aliento profundo, tenía necesidades como cualquier otra mujer normal. ¡Estaba en su punto sexual más alto, por el amor de Dios, el peor momento de su vida para permanecer célibe debido a la complacencia!

Suya (Ponny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora