Parte 1

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Escrito por Astrid Graham y Marlene White 

Terry.


Creo que Anthony cometió un error al presentarme a su novia, porque desde que tuvimos ese encuentro, mis ojos la buscaban, y no dejaba de pensarla. Coincidíamos en varias ocasiones, pero su mirada del color de los prados, huía nerviosamente de la mía.

Anthony se fue de viaje, y me pidió que la "cuidara", ¿acaso no se había dado cuenta, que yo era un tigre hambriento, esperando por asechar a su presa? Presa, a quién ansiaba por degustar, como a un exquisito manjar. Él me la dejó servida en bandeja de plata, qué ironía.

Candy y yo, empezamos a coincidir en el apartamento del jardinero. Ella llegaba a regar las plantas y alimentar a capullo, el perro; y yo iba a devolver algunos cachivaches, que el muy zoquete, dejó en el garaje de mi apartamento.

Un sábado por la tarde nos encontramos de nuevo, me había tocado cargar una bolsa de concentrado para el maldito perro, por lo que no soportaba el calor, además, el aire acondicionado estaba descompuesto; así que, me quité la playera y me sequé el sudor de la cara y nuca, dejando expuesto mi torso desnudo.

Ella no me había visto, porque no sé qué diantres hacía con las plantas del jardinero, pero al entrar a la sala, en lugar de cerrar los ojos o gritarme como una loca remilgada, sus pies se quedaron clavados en el piso, y su mirada se perdió en mi amplio pecho, yo sonreí satisfecho, de que por fin viera lo que es un verdadero hombre, y no un delgaducho sin gracia, como lo era Anthony.

Candy, traía una especie de cola en el cabello, dejando expuesto su blanco cuello, de donde unas imperceptibles gotas de sudor se deslizaban, hasta perderse en el nacimiento de sus senos, tragué en seco al ver sus deseables pezones erguidos. Descubrió que la estaba viendo e intentó cubrirse, pero ya era demasiado tarde. Si antes ya me traía loco, la escena que acababa de presenciar, me hizo desearla tanto, que dolía.

Ese fue el punto de partida para nuestros encuentros que se fueron volviendo más frecuentes. Una tarde vimos algo en Netflix, y me acompañó a beber unas cervezas, nos fuimos ya muy tarde del apartamento; sin embargo, a la mañana siguiente tuvimos que volver como locos, porque nos olvidamos de alimentar a capullo. Puedo decir, teníamos muy buena química y de la atracción sexual, ni que decir.

—Tienes unas piernas exquisitas—. Le había dicho en alguna ocasión, pues siempre llevaba diminutos shorts, yo sabía que se estaba arreglando para mí, y eso me fascinaba.

La invité a una copa, ella algo dudosa, aceptó, y la llevé a mi apartamento, la fantasía de hacerla mía en la cama de él, no estaba mal; pero sí es que se daba la ocasión, quería tenerla en MI CAMA.

Entró a mi apartamento y recorrió cada espacio con admiración, dijo que le gustaba. Claro, yo estaba ansioso esperando que también le gustara, lo que más tarde le haría.

Me dirigí al mini bar a preparar los cócteles, minutos después llegó y se quedó asombrada al ver como agitaba el ron, el jugo de lima, la soda y los trozos de hielo, en la coctelera. —Tu favorito—. Le dije con una sonrisa de lado, pues por boca del cornudo, sabía que el mojito cubano, era uno de sus tragos predilectos.

Ella se subió a un banco de la barra, y empezó a contarme cómo es que ella lo preparaba, me fascinaba escucharla y verla sonreír. Sus mejillas estaban más rojas de lo normal y el top, que esa tarde traía puesto, me mostraba más piel que antes, noté qué realmente era muy sexy... ¡Y muy pecosa!, de pronto sentí la necesidad de descubrir esos puntitos marrones, en cada milímetro de su piel.

Le serví el mojito, y no esperó a posar sus labios sobre el borde del vaso que había decorado con limón y granos de azúcar. Me dio una negativa con la cabeza, al ver las hojitas de hierbabuena, mismas que arranqué sin cuidado del pequeño jardín de Toño, ahí me confesó que ella las había sembrado.

Dio el primer sorbo, y como recompensa recibí un gesto de sumo deleite, y sin esperar, se lo bebió de un solo, yo no había probado el mío, porque estaba perdido observando cómo lamía sus labios, quitando el resto de los granos de azúcar. Me pidió que le sirviera más, y con gusto la complací, me fui acercando, la conversación se hacía tan fluida y ella a cada nada se reía; aunque el trago no llevaba mucho alcohol, para ella que no estaba tan acostumbrada a beber, seguramente le estaba afectando, y eso la verdad, me tenía sin cuidado; yo lo que quería era besarla, porque no podía soportar más.

Al quedar de frente, sentí una corriente eléctrica recorrer mis venas, misma que me impulsó a aprisionarla contra la barra, Candy no se apartó, y su mirada hechicera se oscureció, ella estaba expectante.

—Voy a besarte—Le advertí y dejé mi trago sobre la barra, ella se lamió de nuevo los labios, me incliné y con suavidad rocé sus rosados y carnosos labios. Fue un beso tierno, al principio, tal y como lo había imaginado por muchas noches; pero luego, inicié un beso más profundo, ella me respondió, y pronto su húmeda lengua danzó al ritmo de la mía.

Una de mis manos se enredó en su coleta, despeinándola, y la otra empezó a recorrer con lentitud su pecho, que subía y bajaba acelerado; me detuve en uno de sus suaves senos, y ella se quedó inmóvil rompiendo el beso. Estaba tensa, y aún conservaba el cristal en una de sus manos, así que se lo quité, y lo dejé en la barra, volvimos a besarnos apasionadamente, y cuando mis manos acariciaron sus piernas, ella de nuevo dejó de besarme; mordió con suavidad mi labio inferior, y de la nada, se bajó del banco; en silencio se marchó de mi apartamento.

De alguna manera, en el fondo sabía que algo así pasaría, y no me sentía para nada culpable, porque había descubierto que no le era indiferente. Me serví otro trago, y encendí un cigarro, caminé a la sala esperando a que se me bajara la calentura, pero mi mente no ayudó en nada, porque empecé a rememorar sus exquisitos besos, y las curvas de su sensual cuerpo. 

Continuará.....

𝗛𝗔𝗭𝗠𝗘🍒𝗧𝗨𝗬𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora