Llevaba enamorada demasiados años como para renunciar de ella ahora, el simple echo de pensar en dejar de lado todos aquellos sentimientos que surgieron de mi interior en tantas citas románticas, dias de casa, veranos de playa o incluso inviernos de montaña; podían llegar a provocarme suficientes escalofríos por dentro como para pensarlo dos veces y no cometer ninguna imprudencia, pero ahí estaba yo; sentada en el fresco césped de un parque y como todo un amante del caos y partidario de poner las cosas patas arriba apareció el.
No podía permitir que esto pasara, tanto tiempo pensando que sería con ella con quien acabaría por pasar el resto de mi vida; había estado en lo bueno y en lo malo siempre a mi lado, y en ningún momento llegó a quejarse, supongo que nos adaptábamos bien pero llegados a un punto, desperté una mañana dándome cuenta de que tal vez lo suyo mas que amor era obsesión, costumbre o incluso pertenencia a ella; por fin me habia percatado de eso y habia intentado hablarlo, de tu a tu, en tantas ocasiones que me es realmente difícil acordarme; la primera fue en mitad de una de esas noches en las que no puedes dormir, simplemente los pensamientos gritan y giran dentro de ti ansiosos por salir; acabó en una pequeña discusión, porque al final era tanta la monotonía que al día siguiente nos comportamos igual que cualquier otro.
La soledad era mi amante mas fiel que me habia acompañado los últimos años de mi vida, empezó como un par de meses sabáticos para despejarme pero después un extraño sentimiento se instó dentro de mi, como si no quisiera salí, como si algo me empujara a no hablar con nadie y como si estar sola fuera lo que de verdad quería, o merecía.