Había pasado la mayor parte de mi vida ignorando el grave problema que tenía en las narices, tenía casi a diario en las noticias a reporteros hablando de casos como Marta del Castillo, La Manada... A mi madre repitiendo una y otra vez que me cuide, que si llegaba a pasar algo gritase, corriera y luchara, aunque solo fuera con unas amigas a la esquina de mi casa. Tenía 13 años cuando ya me había llegado a asustar algún comentario fuera de lugar, llegar a el portal de mi casa y ver una sombra y de repente, todo eso paró; las noticias dejaron de hablar, los casos dejaron de aparecer y nos dejamos de asustar, pero era todo mentira. Lo único que conseguían era ocultar una gran verdad, como si barriesen debajo de la alfombra y eso estaba a punto de explotar.
Madres, padres, hermanos, amigos; empezaron una gran revuelta mediática que era imposible ocultar y como un soplo de aire fresco arrancó la venda que teníamos en los ojos a tantas mujeres y niñas. Después, todos esos casos ocultos aparecieron, se impusieron incluso más denuncias y se salvaron muchas.
¿Pero y qué pasa con todas las que no se salvaron? No lo vieron a tiempo y ya no están, siempre dolerán, pero sirvió para dar conciencia a gran parte de la población para que, jóvenes, adultos, hijos y nietos no volviesen a sufrir en silencio.
Recuerdo haber leído el libro "Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar", este libro en mi época insegura, frágil y vulnerable fue el salvavidas que necesitas cuando te ahogas, aunque también ayudaron amigas que decidieron ponerse a jugar a las sirenas sin preocupación, y eran el rayito de sol que encuentras en invierno.
Somos las brujas.