Capítulo 1: La rutina

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El estridente ruido del despertador sonó en todo el pasillo, esto nos hace saltar generalmente, pero ahora que tengo los tobillos encadenados a los soportes de la cama, me obligan a mantenerme en la cama, desearía taparme los oídos pero la camisa de fuerza esta demasiado apretada.

El sonido se apagó y un doctor entro con las llaves de las esposas, por primera vez en mucho tiempo, lo veo entrar sin un guardia atrás, debieron darme un sedante muy fuerte.

— ¿Como te encuentras Dieciséis?— pregunto sonriendo de forma burlona.

— Mejor que ayer —

Sonrie mientras suelta mis tobillos y me ayuda a levantarme, como lo odio, desearía poder golpearlo como es debido, pero si lo hago me dejaran sin comer otra vez, adelgaze mucho por esos malditos castigos.

Después de liberarme, empiezo a caminar para salir de mi celda, debemos formarnos justo afuera de las puertas, para que puedan verificar que estemos todos aquí, para verificar que estamos debiles y no podemos defendernos.

Puedo ver qué a quince, mi amigo, aunque no habla mucho, le extirparon la lengua para poder disminuir el riesgo al tratar con el, siento lástima por él, pero no puedo hacer nada, todos aquí somos prisioneros, solo por estar vivos.

Una vez terminan el conteo, empiezan a llevarnos al comedor, pasamos por múltiples pasillos, puedo escucha las pantallas que se encuentran en todo el centro repitiendo una y otra vez el mismo mensaje.

<< En el centro de estudio, trabajamos para revertir los efectos del colibrízu en los jóvenes que fueron afectados por cosas horribles >>

"Revertir" que ridículos, solo nos usan como conejillos de indias, nadie sabe nisiquira que nuestro número es reutilizable, me ha tocado ser el Dieciséis punto seis significa que han habido sujetos que fueron etiquetados con el mismo número, ahora ¿Dónde están ellos? Bueno, creo que en el laboratorio ahora como cenizas, sería lógico, los desechos no tienen cementerios, no tienen lápidas y mucho menos,  tienen quien los recuerden, por eso solo usan un número para denominamos, para que nuestro nombre al igual que nuestros recuerdos desaparezcan.

— Siéntate — ordena un guardia el cual intenta sentar a uno de nosotros en mesa común, parece nuevo o seguramente está drogado por más medicina experimental.

La chica también está esposada, su pelo ha sido cortado para no tener problemas, puedo ver con claridad la forma de su cráneo, está roto, o bueno, lo estará pronto.

— ¡¡Dije que te sentarás!! — después de estás palabras, la empujó haciéndola caer de espaldas, se golpeó la cabeza, su cuerpo cae inerte en la banca.

— ¿Cómo luce? — pregunta el número sentado frente a mi.

— Molesta — respondo sin pensarlo.

Ella está viendo su cuerpo en la banca, mientras esté sangra, su tiempo en esta vida ya terminó, nisiquiera había hablado con ella, ahora solo yo puedo hablarle o verla.

— Llevense al número ocho— indico el guardia por un comunicador.

Dos hombres más llegan, visten con batas de laboratorio, la pasan a una camilla y la llevan con ellos, su alma se sienta en la banca, está consternada, está deseando que fuera solo una alucinación por los medicamentos, ojalá pudiera decirle que no es así.

— Ahora está asustada — le comento sabiendo que sigue esperando mis respuestas.

— ¿Crees que pueda reencarnar?— vuelve a preguntar.

— Si ella no quiere, no, ojalá encuentren paz — murmuro mientras que un enfermero me quita los seguros de las mangas que obligan a mantener los brazos pegados a mi cuerpo.

Energía SensibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora