2. Senku 2

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Senku: 10 - Tsukasa: 12 años


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Las letras en rojo brillan contra el sol de mediodía.

Tsukasa se baja de un salto de la escalera metálica, extendiendo el pulgar para dar conformidad de que la nave ha quedado encajada exactamente como Senku lo pidió, y luego correr al encuentro de los otros dos. Hay manchas de marcador rojo alrededor del bolsillo de la bata de Senku, un detalle que no le preocupa a nadie. Senku no permite que nada lo distraiga de la segunda muestra que planea enviar al cielo, y Tsukasa se debate en si dejar de mirarlo a él, o por una vez, imitarlo y llevar toda su concentración al Senku 2.

Para Tsukasa todo forma parte de una experiencia nueva. Sabe que Senku trabaja en mil y un proyectos, aunque pocas veces ha tenido la oportunidad de verlo en acción, debido a la prisa con que regresa a casa la mayoría de veces, para cuidar de su hermanita menor. Sin embargo hoy, que se encuentran en terrenos de la escuela, ocultos en el bosque detrás del cobertizo del Club DIY, aceptó con una enorme sonrisa la invitación de Senku de ser parte del lanzamiento de su nave al espacio, con la única condición de ayudar a Taiju a cargar los implementos y herramientas; nada difícil para él.

De alguna manera agradece tener a Taiju como compañero en el club de judo; puede asaltarlo con preguntas infinitas sobre Senku, quedando deslumbrado por las anécdotas, por todo lo que puede lograr un chico en el laboratorio de ciencias. Desde hace mucho está convencido de que Senku es más que sólo eso, pues tiene un modo especial de lograr que sus palabras y sus actos muevan a la gente, a sus compañeros de clase, o a personas como él que nunca podrían soñar con igualársele. Senku no escatima en explicarle todo lo que sea necesario explicarle. Senku sonríe aún cuando el panorama no sea del todo reconfortante. Senku hace más que ciencia: tiene un efecto revitalizador en él, lo ayuda a olvidarse de esas penurias que lo estresan, lo incita a valorar un poco más todo lo que le rodea.

Aunque no están en la misma clase, Tsukasa tiene grabado en la memoria el momento en que Senku tomó su mano —un perfecto desconocido en una matiné infantil— para explicarle de ese montón de cosas que le llenaron los ojos de estrellas y que dejaron al Tsukasa de seis años más confundido que nunca. Ahora, algunos años después, Tsukasa puede identificar en el rostro de Senku la misma expresión de emoción y curiosidad. Incluso hay cierta dosis de orgullo en esa risa tan peculiar que lo desmorona por dentro, que causa un torrente de calidez en el interior de Tsukasa, un alud para el que no está preparado. Es ahora que está convencido de que venir aquí y ayudarlos no fue mala idea; de hecho, no le molestaría para nada cargar con todos los materiales de Senku una próxima vez. El hecho de ser considerado un amigo por él lo hace sonreír. Tsukasa cree que podría levitar en este instante y ser él quien llegue a la estratósfera, porque sí, eso sería maravilloso.

—Estoy seguro de que va a funcionar. Diez millones por ciento seguro.

Taiju no puede más con la espera; sus rodillas se agitan y sus puños esperan la señal para celebrar que esta vez todo va a salir bien, que el trabajo de Senku los hará sentir gloriosos testigos de un acontecimiento único en los pocos años de vida que llevan en este planeta. A Tsukasa el corazón le bombea con tanta fuerza que siente que tiene un león rugiendo en el pecho, y al mismo tiempo, que todos sus sentidos están conectados a este momento. No hay nada más importante que lo que están viviendo.

El botón rojo acciona el despegue y los tres elevan sus brazos al cielo.

Las volutas de humo que quedan revoloteando sobre la tierra le impiden ver con claridad, pero a juzgar por la expresión en el rostro de Senku, Tsukasa sospecha que todo está bien. Allá arriba un punto brillante forma un arco contra la bóveda celeste, cruzando el cielo como un acróbata que se lanza al vacío a hacer piruetas antes de caer en picada para asustar a los espectadores. La diferencia con este show es que ellos no logran ver caer al acróbata, y Senku de inmediato toma apuntes en una pequeña libreta, festejando a su manera con el satisfactorio sonido de su risa.

Kukuku, esto salió mejor de lo que esperaba. Fue una buena idea traer el armazón metálico hasta aquí.

—¡Tenías razón, Senku! ¡La fuerza también es ciencia! —Celebra Taiju, buscando la afirmación de su amigo— ¡Podemos hacer cosas geniales los tres!

Tsukasa siente que sus mejillas van a explotar de tanto contener felicidad. Esa que le da ver a Senku sonreír, afirmar que sí, que el grupo que une a la ciencia y fuerza es lo mejor. Cada una de sus palabras inyecta confianza en Tsukasa, le hace muchísimo bien.

Y no obstante, la única e inesperada reacción de su cuerpo es emitir un suspiro larguísimo, encendiendo la curiosidad de dos brillantes estrellas rojas que lo observan de lado y petrifican su cuerpo con el aleteo de oscuras pestañas.

—¿Saben qué? Tal vez es hora de mandar pasajeros de peso ligero allá arriba. ¿Quieres ayudar, Tsukasa?




Por supuesto que Tsukasa desea ayudar, y más importante aún, quiere ser parte de lo que Senku construya.

La gravedad no tiene la culpa de que la gente se enamore [Tsukasa x Senku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora