Senku: 24 - Tsukasa: 26 años
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Senku lo va a matar.
Aunque si ha de ser sincero, no podría ser tan malo. Siempre puede explicarle qué vértebra tocar, de qué manera causar impacto preciso con poca fuerza, y terminar su camino por obra y gracia de las manos de Senku podría ser-
Oh.
—¡Ya! —Se regaña a sí mismo— Basta. Ya.
A su lado, la señora de paraguas y chal a cuadros deja de fruncirle el ceño cuando el semáforo del cruce cambia a verde. Se aleja de él al paso más rápido que su edad le permite, luego de haberlo mirado totalmente contrariada más de lo que duró la luz en rojo. Quizás imaginando que su porte, su tamaño, las ondas despeinadas por la lluvia y la prisa, le pertenecen a un delincuente o algo así; ese tipo de prejuicios con los que se encuentra un día cualquiera. Tal vez pensaría lo mismo si él le dijera que es boxeador. Que golpea gente para ganarse la vida, que hasta lo transmiten por televisión. Que niños y niñas le piden fotos porque lo consideran el más fuerte de todo Japón...
Y bueno, Senku lo va a matar.
Diez minutos de retraso y un claxon que resuena con furia por su torpeza al correr por el asfalto. Una bufanda roja con decenas de flecos entrampados en la manija de la puerta. El aroma del café invadiendo sus sentidos, las zapatillas dejando huellas húmedas fuera del tapete en el recibidor. Muchos comensales que se ganan con el espectáculo que le toca ser hoy, mejillas calientes, manos nerviosas, mirada perdida; buscando entre la gente hasta que da con una cabellera única y una expresión burlona que intenta ocultar tras una de sus manos.
¿Ése no es el de la tele?
Sentado junto a un ventanal, e iluminado por bombillas pálidas que sólo realzan más el carmesí de su mirar tras las gafas, Senku no tiene idea de la revolución que se lleva a cabo en la mente de Tsukasa.
Se le olvida la vergüenza al haber participado en un evento internacional hace un par de días. Se le olvida la hora que decora su muñeca izquierda. Se le olvida responder el saludo a la mesera, dar las gracias por el menú extendido ante él, lo que va a pedir para beber; tan sólo puede concentrarse en el deslumbrante asentimiento de pestañas de Senku, dándole la bienvenida en silencio, divertido con su falta de destreza y sus pasos torpes al llegar hasta la mesa.
—Perdona la tardanza —se excusa Tsukasa, compungido—. Hoy tuvimos un grupo nuevo de jóvenes promesa... el tiempo se me fue.
Tsukasa no repara en que apenas hace un par de días coincidió con Senku en dicho evento porque, ¿qué de raro hay en querer ver seguido a tu mejor amigo? Debe ser lo más normal del mundo. Ambos son profesionales ocupados, y siempre que puedan encontrar un huequito en sus agendas para verse, Tsukasa será inmensamente feliz, no existen fallas en su lógica.
—Esto... lo siento, pero... si ya están listos para ordenar....
—Una taza de chocolate caliente, por favor.
—Sí, lo mismo para mí.
—Terrible el aguacero... ¿verdad?
Qué lejana ha quedado aquella época en que Tsukasa era uno de tres, sentados junto a un Senku concentrado en explicar el funcionamiento de las cosas, los secretos del universo. Horas observándolo probar herramientas, travesuras llenas de explosiones y risas, tardes pacíficas hundiendo las manos en la playa en busca de conchas marinas y competencias entre él y Taiju sobre quién corría más lejos con Yuzuriha y Senku a sus espaldas. Tsukasa sabe y ha vivido muy de cerca ese cariño que le guardan sus amigos, cuánto aprecio le tiene la gente que lo rodea, la admiración nacida por su sinceridad y su postura neutral en la resolución de conflictos. Y sin darse cuenta, lo hizo tan parte de su mundo como Senku le pidió ser parte de él en cada proyecto, en cada aventura.
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La gravedad no tiene la culpa de que la gente se enamore [Tsukasa x Senku]
FanficLo desarma. Esa sonrisa dirigida a Tsukasa, como si Senku estuviera creando el mismísimo big bang ante sus ojos. O tal vez es Tsukasa quien está seguro de que Senku podría crear una civilización entera si se lo propusiera. Si se trata de ciencia, bi...