3. Vestido

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Senku: 15 - Tsukasa: 17 años


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—Esto es humillante para un hombre de ciencia.

Kohaku y Chrome se retuercen entre risas silenciosas, pero al mismo tiempo se esconden detrás de unas cajas, sin ganas de ser vistos por ningún ser viviente, ya sea escolar o profesor. Con cada espasmo, los vestidos de maid sobre sus cuerpos parecen querer asfixiarlos, como si cada centímetro de cintas satinadas y vaporosos tules quisieran poseerlos como títeres, y obligarles a hacer el ridículo frente a sus compañeros de clase y demás invitados.

O al menos eso es lo que mortifica a Taiju. Incluso él es capaz de sentir vergüenza ajena y formular frases al respecto.

Senku se rasca la nuca y baja la mirada al vestido, con resignación. Es rosa, lleno de lacitos y volantes en el torso y en las mangas, y en esas ilógicas medias que —afirma— le cortan la circulación sanguínea sobre los muslos. No deja de despotricar contra los festivales escolares y la poca utilidad que les ve, porque si se tratase de un festival de ciencia podría demostrarle al resto de la escuela las maravillas del nitrato de calcio y su impacto en la lucha contra la hambruna global. Pero ni Kohaku ni Chrome lo escuchan, demasiado ensimismados en molestarse el uno al otro y dejarse mal expuestos ante Ruri. Ni siquiera Yuzuriha, que lidera el Maid Café de este año, pues está ocupada intentando consolar la dignidad de Taiju. Así que es otra vez él, y su innegable foco en Senku. Es él y las mejillas ruborizadas al verlo refunfuñar como un abuelito envuelto en brillantes sábanas rosa.

—¡Ah! ¡Tsukasa-kun! ¡Viniste!

Sabe perfectamente que no debería estar aquí. Debería estar en su propio salón, apoyando a sus compañeros con lo que organizaron, pero ni se le da bien eso de asustar a otros en una casa —caja— embrujada, ni tiene pensado perderse una sola de las quejas de Senku mientras lleva vestido . Hay algo en sus pasos molestos mientras calcula el tiempo que le tomará a su equipo terminar de vender las provisiones preparadas, que incrementa el ritmo de sus latidos y eleva el ángulo producido por las comisuras de sus labios. Si Senku lo notara seguramente le diría que es un ridículo, y por eso se esfuerza tanto por controlarse; después de todo, él fue invitado por Taiju, no por Senku, aunque muera de ganas de pedirle una pizca de su atención.

Tsukasa se inclina con cortesía, mirando de reojo las plataformas oscuras que lleva Senku.

—Gracias por invitarme.

Y Yuzuriha asume el liderazgo, porque al parecer Tsukasa será el primer cliente del día, así que puede escoger sentarse donde quiera.

—Senku-kun, ¿le muestras las opciones por favor?

—¿Ah? ¿Por qué yo? Estoy diez millones por ciento seguro de que Tsukasa preferiría que le atienda una chica.

—¡Senku! —interviene Taiju— ¡No seas descortés con los clientes! Además, prefiero que seas tú quien atienda a Tsukasa... y no Yuzuriha...

Hay cierta familiaridad en el ajetreo, incluso cuando Tsukasa sabe que es un tercero.

Aún así, se siente involucrado, se siente parte de, por más que el tiempo que pasa junto a Senku, Taiju, e incluso Yuzuriha sea limitado. Como si fuera un visitante frecuente de sus tertulias y encuentros, un oyente leal de sus discusiones, del evangelio científico que predica Senku. Son las palabras de él las que quedan consigo. Tsukasa les da vueltas, las extiende y se cobija en ellas, las dobla cuidadosamente y las acoge en el interior de su bolsillo, para que le hagan compañía al llegar a casa. Muchas de ellas pierden la connotación académica y se transforman en frases de un mantra perteneciente a otro dialecto, que le aseguran que debe creer, aunque no sepa bien de qué se trata. Como una cuestión de fe, pero con pruebas tangibles de cada suceso, Tsukasa lleva demasiado tiempo fascinado en silencio por todo lo que Senku le ha mostrado sobre el universo. Por las explicaciones sobre su fragilidad y la de todo aquello que les rodea, por la complicidad con que lo incentiva a darle un comentario o aportar con una respuesta.

Tsukasa sabe que la sonrisa escéptica de Senku es de los mayores pagos que puede percibir un salvaje como él, que dedica su tiempo libre a demostrar que su fuerza es mayor que la de otros, que pretende vencer a muchos a contrarreloj. Tsukasa sabe, por más que las palabras no dejen nunca el amparo de sus labios, que esa extraña amistad con Senku es de sus pocos rasgos positivos, y de sus pasatiempos favoritos.

Tsukasa sabe que al lado de Senku, su fuerza no es usada para derrotar a nadie más que a la ignorancia, y eso le sienta fatal a su corazón, porque como ahora, que Senku se ríe de él y lo perfora con la mirada calculadora, entiende mejor no sólo el valor del conocimiento, sino también el de los secretos, sobre todo esos que probablemente mueran enterrados con él y que hoy habitan su pecho.

Kukuku. Bueno, Tsukasa, al ser el primer cliente, te daré una oferta especial... Si compras todo, seremos libres. Libres para ir a la playa y, no sé, buscar carbonato de calcio en la arena. ¿Qué dices?




¡Ah! Esto debería ser ilegal: ofrecerle a Tsukasa lo que más quiere, a cambio de algo que no tiene.

Cómo le gustaría revertir eso.

La gravedad no tiene la culpa de que la gente se enamore [Tsukasa x Senku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora