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Después de aquella recibida, me tuve que alistar como todos los demás para luego bajar a desayunar.

Ahora caminaba de manera lenta por el pasillo, admirando los cuadros que había, al centro estaba el barandal que dejaba ver hacia abajo. Caminé hacia las sillas y sillón que estaban aquí y comencé a admirar cada pintura con detalle.

Nuevamente, mi cuerpo estaba ahí pero mi mente no.

Al fin había llegado y es que por más real o lúcido que pudiese ser un sueño, esto no lo era. Lo podía comprobar solo con recordar aquellos labios de los que tanto me había costado separarme, su tacto firme y suave a la vez sobre mi piel, su inigualable mirada en mí...todo.

Había sido de cierta manera muy específica en mi guión, pues realmente yo sólo venía a esta realidad por Five, para estar con él y ser feliz, no a luchar contra lo inevitable como lo era el apocalipsis o estar cambiando entre épocas y huyendo de la comisión y más tarde, toparnos con una academia completamente distinta y crear la paradoja del abuelo, lo que volvería a crear el fin del mundo.

Quería estar tranquila, realmente me interesaba únicamente estar con él y nada más, sin preocuparme por algo más.

Ahora lo único con lo que luchaba era con mi consciencia, pues cada vez llegaban más y más recuerdos de esta realidad, como si estuviera recordando lo más relevante de mi vida aquí.

-Hermanita, al fin te encuentro. - Volví a escuchar aquella familiar voz.

Parpadeé un par de veces recuperando la noción del tiempo, dirigí mi mirada hacia aquel y sonreí de inmediato.

-¡Klaus! - Lo abracé. Como lo había imaginado, sus abrazos eran otro lugar seguro. - ¿Qué pasa? -

-Oh, sí que pasa. Es solo que tienes, de verdad tienes que ver a tu novio entrenar. - Dijo con esa característica emoción suya y divertida por su expresión, acepté.

Me guió hasta el gimnasio en la planta más alta. La academia realmente se parecía más a la de los Sparrow que a la academia en sí, pero era comprensible, pues visto que en esta realidad ninguno abandonaba la academia, seguíamos todos juntos y por ende el ambiente se veía más vivo.

Nos detuvimos en la puerta, yo me recargué en el marco de la misma y Klaus se puso detrás mío.

Crucé los brazos y fijé mi mirada en él, ahí estaba Cinco, levantando un par de pesas que para ser honesta, yo ni hubiera levantado.

Quedé embobada al instante. No había otra palabra, así estaba justo ahora.

Y es que la manera como los músculos se le contraían una y otra vez al hacer fuerza y al mismo tiempo su semblante relajado, me habían dejado, una vez más, rendida ante él. Llevaba un  conjunto de pants en negro, que le lucía realmente bien.

-Veo que a pesar que te pedí que no la molestaras, has terminado por traerla, Klaus. - Habló de repente, dejando las pesas y desapareciendo de su lugar, para aparecer frente a nosotros.

Di un pequeño salto ante su aparición, realmente no estaba acostumbrada a esto, y también tenía que recordar que este hombre era altamente inteligente.

Yo sólo solté una risita, pues Cinco no me estaba mirando a mí, sino a Klaus. Supongo, esperando una buena argumentación que ambos sabíamos, no pasaría.

-Oye, pensé que las pesas y la fuerza eran para Luther. - Soltó de repente, lo que me hizo soltar una carcajada. Con media sonrisa, el ojiverde frente mío negó. - Ya sabes, es sólo que tú eres más de pelea cuerpo a cuerpo. - Completó haciendo ciertos movimientos con el cuerpo.

Está bien, en esta realidad Klaus aún no descubría las drogas, y bien podríamos estar todos cerca de los veinte años, pero Klaus siempre sería Klaus.

-Bueno, pues también se requiere de fuerza y agilidad para derrotar al enemigo. - Sin dejarme reaccionar, hizo un movimiento rápido poniéndose detrás de mí, con una mano me tomó ambas manos y las cruzó por mi espalda y pasó su brazo por mi cuello y mi pecho quedó pegado a la pared. Dejándome prácticamente sin movimiento. - ¿Te duele? - Preguntó en voz alta. Negué. De inmediato comenzó a aplicar fuerza en ambos agarres. Pegué mi cuerpo al suyo hasta que sentí que no podía retroceder más. Realmente lo que menos me preocupaba era que me hiciera daño, no lo haría. Cuando su agarre comenzó a doler, moví las manos y enseguida me soltó. - Para eso se necesita la fuerza. - Se retiró caminando hacia la barra, donde tomó agua después de ofrecernos y negar. - Aunque siendo honesto, no me interesa tonificar músculo precisamente para pelear. - Su mirada se clavó en mí y creí entender a lo que se refería.

Más bien, mi vagina y yo creímos entender, pues sentí mi sexo palpitar y mis bragas humedecerse al instante de imaginar ese escultural cuerpo sobre el mío, sus músculos contrayendose una y otra vez ante la fuerza de sus movimientos...Dios...

-¿Alguien me puede explicar el significado de sus miradas ardientes conectadas? Porque no entendí. - Interrumpió Klaus con su clásica torpeza. Desvié la mirada y me solté a reír dejando salir los nervios y la gracia entre la misma. Cinco solo negó con la cabeza y volvió al espacio del gimnasio donde no había nada, solo un gran espacio y un duro suelo.

-Que tecnicamente, le interesa dejar a tu preciada hermana sin caminar y no precisamente por pelear. - La voz de Diego se volvió cada vez más clara conforme entraba a donde nosotros.

Se dirigió a donde Cinco, quien tronó su cuello hacia los lados y supe lo que pasaría. Diego recibiría una buena paliza.

-No quiero heridas graves. - Entró Reginald, sacó aquella libreta roja que parecía nunca acabarse y se quedó de pie. - Número ocho... - Habló mirándome y de inmediato supe lo que tenía que hacer.

-Empiecen. - Ordené.

𝐃𝐞𝐬𝐢𝐫𝐞𝐝 𝐑𝐞𝐚𝐥𝐢𝐭𝐲 (𝓕𝓲𝓿𝓮 𝓗𝓪𝓻𝓰𝓻𝓮𝓮𝓿𝓮𝓼)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora