Capítulo I Serendipia

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Como cada tarde Vicente manejaba su motocicleta hacia su casa cuando de pronto escuchó algunos gritos en busca de ayuda; él no era un hombre muy acomedido, pero algo le decía que atendiera el llamado de auxilio. Después de recorrer algunos metros se encontró con Mariana, quien intentaba apagar un pequeño incendio dentro de su casa. Sin pensarlo, se quitó el casco, bajó de la moto y entró; al ver que una olla se incendiaba sobre la estufa, optó por llenar una cubeta de agua y arrojarla para intentar apagarla, pero su heroico acto provocó que las llamas se extendieran. Un gesto de decepción se dibujó en el preocupante rostro de Mariana. Las llamas comenzaron a crecer y de no haber sido por la ayuda de un vecino que llegó con un extintor y sofocó todo, la casa de Mariana se hubiera quemado por completo. Sentados en el pasto y tosiendo por la inhalación de humo, Mariana y Vicente se vieron por primera vez. Ella era una mujer delgada y de baja estatura, con el cabello teñido de rubio y unos ojos de color negro profundo que contrastaban con lo blanco de su piel. Vicente tenía un cuerpo atlético, era un poco más alto que ella, tenía el cabello café oscuro al igual que sus ojos y una abundante barba. Sus miradas se mantuvieron unidas durante largos segundos hasta que una sonrisa nerviosa apareció en el rostro de Vicente y ambos comenzaron a reír sin parar.

No importa el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora