0. Epílogo

558 75 7
                                    



—Jeno y yo terminamos. —Na Jaemin nunca pensó decir aquellas palabras alguna vez.

—Jaem, sé que la broma con las fresas te enojó... pero si vas a hacer una broma, ¡hazlo creíble! Tú y Jeno terminando —Hyuck bufó—. ¡Por favor! —se echó a reír sin apartar la vista del televisor.

—Terminamos Hyuck, se acabó, es definitivo.

El noviazgo de su mejor amigo y Lee Jeno era la relación más estable que podía existir. Ver a Jeno sin Jaemin, y viceversa, resultaba imposible. Habían sobrevivido a los peores años juntos, la muerte de la abuela Na, el despido injustificado de la señora Lee, los problemas familiares de Jeno, los interminables semestres y en cada una de sus caídas se levantaban, ellos eran el pilar del otro. Lee Donghyuck creyó que no viviría para presenciar la ruptura de Jaemin y Jeno; creyó que aquello nunca sucedería. Jaemin, serio, apretó la lata de cerveza que tenía en la mano. Donghyuck miró a Jaemin, sorprendido, pues Jaemin rara vez bebía alcohol; casi nunca.

—Discutimos y las cosas se salieron de control. Nos herimos mutuamente. Creí que lo podíamos solucionar hablando y pidiendo disculpas, o con un beso. — Jaemin dijo, con los ojos húmedos por las lágrimas no derramadas y el esfuerzo de no perder la voz—. Le dije que lo mejor era dejar las cosas ahí, y solo conservar los buenos recuerdos.

— ¿Te engaño? ¿Lo engañaste? —Lee Donghyuck les cortaría las bolas si aquello era así.

Jaemin negó lentamente, su Jeno nunca sería capaz de hacer algo así y él tampoco. Jeno era el dueño de su corazón desde hace una década; no era perfecto, pero tenía un gran sentido de lealtad, que con los años el propio Jaemin también había desarrollado. Después de todo, eres lo que comes.

—Nana, algo salió mal con tu plan, ¿no es así? Hasta ayer eran los imbéciles más enamorados que conozco desde hace diez años. No terminaron por falta de amor.

Jaemin lo meditó un segundo. Sabía a lo que Hyuck se refería. Vio fijamente a la lata intacta en sus manos. Vaya que odiaba el alcohol, pero era lo único que le quedaba de él. Jaemin suspiró, y asintió mientras una pequeña lágrima traicionera rodaba por su mejilla.

—Me niego a ser hijo de padres divorciados. Ustedes tienen que regresar y dejar de tener la cabeza en el trasero. —Hyuck no dejaría que acabaran así, dejaría de llamarse Lee Donghyuck "El sol de Corea" si ese par de pingüinos no regresaban.

— ¡Les diré a los señores Lee que andas diciendo que se divorciaron Donghyuck! —grito al ver que su mejor amigo se ponía los zapatos en la entrada del departamento y tomaba una chaqueta que Jaemin estaba casi seguro de que era de Mark. ¿En qué momento se había levantado?

— ¡Así sea con brujería ustedes regresarán, se casarán y me darán hermanos!, ¡yo no seré hijo de padres divorciados Na Jaemin! ¡Me rehúso! —Entonces, Donghyuck salió del departamento. No debió ignorar la advertencia del señor Lee, el día que decidió ser amigo del Donghyuck.

El sonido de la televisión era lo único que sonaba en el tranquilo apartamento, era sábado y nunca se había sentido tan solo. Jaemin suspiro y se levantó para enviar un mensaje a Donghyuck, en el que le pedía que le avisara cuando llegara a casa. Jaemin tan solo esperaba que Donhyuck no hiciera algo estúpido.

Hoy, por primera vez en mucho tiempo, dormiría solo un sábado.

Corazón EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora