Prologo

13 0 0
                                    



Aura se encontraba, como de costumbre, en el "Cafe Charmant", absorta en su lectura, degustando tranquila su clásico Moka con doble de cacao  y camuflada en el ambiente, como cualquier cliente normal de aquel local.

Aparentemente, nunca seria una chica que sobresaliera sobre nadie, era normalita, común como se definía ella.

Es una joven de estatura media, aproximadamente 1,60 metros de altura. Tiene una hermosa melena larga, que cae en suaves ondas semi-rizadas castañas alrededor de su rostro pálido aportándola calidez y profundidad. 

Sus ojos también castaños, aunque con la luz adecuada, adquieren un matiz claro y brillante, resaltan su expresión. Su mirada es cautivadora y llena de vida, reflejando su personalidad vibrante y curiosa. Su sonrisa radiante, ilumina su rostro y contagia a quienes la rodean pero, la mantenía escondida en lo profundo de su timidez. 

Serian quizás, sus gafas lo mas característico de ella, pues eran de colores radiantes, pero a pesar de ello, nadie solía fijarse en ella, pasaba desapercibido, eso le gustaba.

A veces, se perdía en sus pensamientos, soñando como inaugura una pequeña librería encantadora pero, eso solo era un día idílico dibujado en su mente que, tal vez nunca llegará a hacerse realidad pues, ella era ese tipo de personas que creía que los sueños solo eran sueños, no los perseguía, solo los tenia. Se conformaba con ser la niñera de confianza de una familia adinerada de su barrio.

Tal vez, si alguien se parara alguna vez a conocerla, se daría cuenta de que, a pesar de ser una chica aparentemente del montón, en realidad descubrirían que su carisma y energía positiva la convierten en alguien encantador, capaz de entablar conversaciones interesantes y conectar fácilmente con los demás. Alguien, interesante, fuera de lo común.

En una tranquila calle adoquinada, donde los rayos del sol se filtraban a través de los altos edificios de estilo parisino, se encontraba una encantadora cafetería francesa con un toque distintivo de aires londinenses. El edificio de fachada pintoresca lucía un tono pastel que contrastaba con las exuberantes flores que enmarcaban la entrada. 

El Cafe Charmant, su lugar de seguridad en aquella ciudad estruendosa en la que vivía. Iba allí a menudo a escapar del mundo real, en compañía de sus tan preciados libros y siempre asidua a tomar un café Moka con doble de cacao, su favorito.

Lo que más le reconfortaba de aquel sitio, era su ambiente, cálido y acogedor, con las paredes cubiertas de papel tapiz en distintos tonos marrones, combinados con otros como el blanco o verde pastel , evocaba la elegancia clásica de París. Las mesas de madera, cuidadosamente dispuestas, estaban decoradas con pequeños centros de mesa acristalados llenos de coloridas flores silvestres.

El suelo de mosaico, con patrones intrincados, reflejaba la influencia londinense, recordando los icónicos suelos victorianos de la capital británica. Sobre el mostrador de madera oscura, una variedad tentadora de pasteles y exquisiteces francesas se exhibían de forma impecable, invitando a los comensales a deleitar sus paladares con cada bocado.

El aroma embriagador del café recién molido impregnaba el aire, mezclándose con los suaves susurros de conversaciones en diferentes idiomas. Los camareros, elegantemente vestidos con delantales a rayas blancas y negras, se movían con gracia entre las mesas, llevando tazas de café humeante y platos repletos de croissants recién horneados.

Los clientes disfrutaban de su café, sumergiéndose en la música que los envolvía, música tranquila y a veces dependiendo de la hora, música antigua que cualquier padre o madre conocería y entonaría alegre rememorando su adolescencia con ella.

El ambiente idílico de esta pequeña cafetería francesa con aires londinenses era una fusión perfecta de encanto europeo. Era un lugar donde se entrelazaban los sabores, los aromas y las culturas, brindando a sus visitantes una experiencia única que los transportaba a un mundo de sosiego, serenidad y sofisticación y tal vez por ello, el lugar favorito de Aura.

Allí nunca pasaba nada extraordinario o sobre saltante, era el sitio perfecto donde relajarse y perderse en pensamientos propios, al menos así lo era para ella hasta que, una tarde cualquiera, entró por la puerta, haciendo sonar la decoración que avisaba de la llegada de nuevos clientes, aquel chico desubicado que no parecía de la zona.


Llévame contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora