Parte 1

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Su túnica quedó empapada en cuestión de minutos. Después de tres encantamientos impermeabilizantes, de varios hechizos secantes y de conjurar un paraguas, estaban mojados también hasta sus pantalones.

Draco tiró de su capucha lo más bajo que pudo llegar para que al menos su cara quedara a resguardo de aquella lluvia inmisericorde. Temió que la nube volara hacia abajo, metiéndose entre su capucha para echarle agua justo sobre los ojos. A esas alturas, no le habría sorprendido. Cuando había conjurado el paraguas de camino a la enfermería, la nube se había tragado su cabeza, llenándole la nariz y la boca de niebla helada como fantasma, y Draco había sufrido un ataque de pánico tan fiero que desapareció el paraguas con el mero pensamiento.

—Al menos no tiene truenos —dijo Goyle intentando consolarlo. Estaba sentado en una cama vacía de la enfermería, a una distancia suficiente que lo ponía a salvo de Draco y de su nube de lluvia.

Draco gimió. Deseó que Goyle no hubiera dicho eso. Había sonado más profético que reconfortante. Sin mencionar que la nube parecía ser sospechosamente consciente. Si Draco se hubiera atrevido a mirar hacia ella, seguramente la habría visto reaccionar ante la palabra "truenos". Lo último que necesitaba era ser golpeado por un rayo.

—Oh cielos —dijo Madam Pomfrey cuando entró al lugar—. Pobrecito. Necesitarás litros de poción pimentónica, de mí te acordarás. —Se apresuró hasta llegar al lado de Draco, traía la varita en la mano—. Tú siempre has sido un poco delicado.

—¿Delicado? —farfulló Draco, enojado.

—¡Meteolojinx Recanto! —gritó Pomfrey, pero no pasó nada. Se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo—: ¡Meteolojinx Recanto!

Draco aguantó la respiración, alarmado.

—El profesor Flitwick ya intentó con eso —espetó—. Se supone que usted tendría mejores ideas. —Los dedos de Pomfrey se apretaron alrededor de su varita y Draco añadió rápidamente—: Madam.

Los siguientes tres hechizos conjurados por Pomfrey fueron no verbales, pero Draco fácilmente reconoció al Finite Incantatem, al Evanesco y, para su completo horror, al encantamiento impermeabilizante, lo cual significaba que Pomfrey ya se había dado por vencida de tratar de revertir el hechizo y en vez de eso se concentraba en lidiar con los efectos secundarios. Cuando ella usó su varita para traer poción pimentónica, Draco perdió la paciencia. De un salto, se bajó de la cama, arrojando agua por todos lados. Pomfrey dio un rápido paso hacia atrás.

—¡No estoy resfriado y no necesito pimentónica! Lo que tengo es una nube gigante sobre mi persona y apreciaría que usted pudiera removerla. —La nube en cuestión tronó amenazadoramente. Por el rabillo del ojo, Draco creyó ver un rápido y brillante destello, pero no se atrevió a mirar hacia arriba.

Pomfrey asintió, impávida.

—Sí, justo como lo pensé —dijo y conjuró una pócima calmante—. Una cucharada de poción pimentónica todas las mañanas, y una cucharada de la pócima calmante cada seis horas —ordenó.

Draco resistió la urgencia de darle de patadas al suelo.

—Es un hechizo que salió mal —masculló entre dientes—, no una enfermedad.

—¿Es esa su opinión profesional, señor Malfoy?

—¡Es sentido común, maldita sea! —gritó Draco. Esa vez, un flash de luz brillante fue innegable. Los pelitos de la nuca se le erizaron y estuvo seguro de que sintió una intensa punzada de electricidad recorrerle el cuerpo. O quizá sólo había sido pánico.

Las cejas de Pomfrey se elevaron tanto que amenazaron con alcanzar la línea de su cabello.

—Recomiendo el uso de una cuchara bastante grande. —Resopló y le pasó a Draco las pociones. A éste no le quedó más remedio que tomarlas. Era la única solución que le habían ofrecido—. Tiene permiso para faltar a las clases de hoy —añadió ella, y Goyle soltó un gritito de alegría mientras se bajaba de la cama—. En cuanto a usted, señor Goyle —dijo Pomfrey en voz alta—, ha completado sus deberes de escolta y ahora puede regresar a clases.

Entonces llega la neblina y una lluvia sollozante (traducción by PerlaNegra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora