-Ah...
Suspiro Carlos con cansancio.
Las luces del día habían desaparecido. El atardecer ya estaba en su punto final llegado este tiempo. Algunas antorchas se encendían en los comercios, pero en el de Carlos ninguna estaba encendida.
Entre la oscuridad de la noche naciente, descargó un último saco de granos de trigo en un almacén que había al costado de la oficina donde trabajaba.
Había estado laborando durante más de 12 horas seguidas.
El estómago le rugía salvajemente, como un bebé que llora por su madre en la madrugada.
Aún así, soporto el dolor ácido que sentía. Aún tenia cosas por hacer antes de retirarse.
Por lo que, limpiándose el polvo de su ya sucio saco, cerro el portón del almacén de la oficina. Conectando el candado que le habían otorgado para asegurarlo, culminó su trabajo del día de hoy.
Suspirando de alivio por el haber completado este duro episodio de su vida, se dirigió a la oficina donde hace ya varias horas había estado.
Entrando a la sala de la oficina, se presentó ante el escriba. Esta vez lo encontró con una lámpara de aceite iluminando su escritorio mientras seguía escribiendo y leyendo documentos.
-...
En un principio el contable no lo noto, pero después de unos segundos, y ver la sombra que dejaba el chico por la luz de la lámpara, levantó su cansado rostro de las blancas páginas de papel y tinta en la que estaba sumergido.
-... ah, si... ¿ya terminaste tu turno?. Bien, dame tu nombre... quiero irme ya a casa.
Pidió rápidamente el desgraciado hombre.
-Carlos Mártir
Contesto el Carlos, con un tono igual de cansado
Acto seguido, el escriba se dispuso a buscar sus documentos en el libro de registro, lento y frágil como el movimiento de un atleta estirándose antes de un ejercicio.
-... también quiero irme a casa, estoy muy cansado...
Comentó el joven Mártir, mientras veía al oficinista trabajar.
Este último dejó de hacer su trabajo un momento y se fijó su mirada en el chico.
-... si, todos lo hacemos niño. No me desconcentres!, mientras mas rápido acabe esto mas rápido nos despediremos de este condenado edificio.
Reprendió el escriba, pero no con enojo o furia, si no con estrés. Por lo que se veía, había estado trabajando desde casi el mismo tiempo que Carlos.
Acto seguido continuó indagando en la pila de papelería que tenía.
Carlos no hizo más que quedarse callado. No sabía que responderle.
Más pronto que tarde, el oficinista encontraría el documento que estaba buscando. El nombre de Carlos aparecía en el, por lo que era el correcto.
Sin mucha demora, procedió a firmar denuevo el papel, y posteriormente guardó el papel de donde salió.
Cuando guardo el libro bajo llave en el escritorio, abriría un cajón aparte. Este cajón estaba bajo llave, por lo que tuvo que sacar una llave de cobre fina para acceder.
No fue difícil, lo hizo en menos de 3 segundos con total precisión. No era nuevo para el.
El escriba metió la mano en el cajón, y de el saco una bolsa de monedas.
Abriéndola, sacaría 10 monedas. Eran de bronce, bronce combinado con trazas de hierro en sus extremos.
Esto era una "Corona", la moneda local.
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Finisterra: El Hispano
FantasyFinisterra, el viejo mundo, la madre de todas las razas, la Gran Roca. Con este nombre se le conocen a los 2 grandes continentes que conforman a tan rico lugar. Infinidad de civilizaciones han nacido y perecido en las vastas tierras que Dios les ofr...