El Gigantesco Guardián

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De repente, Matías ya no sintió dolor, odio ni tristeza, solamente una sensación que para él era algo nuevo. No sabía cómo explicarlo o entenderlo. Algunos lo llamaban calma y otros paz.

Esta nueva sensación hizo que Matias sonriera, una sonrisa leve y tímida, como si quisiera que nadie lo notara, ya que se sintió avergonzado de querer y aceptar esa nueva emoción en ese trágico accidente. Poco a poco, las calles de esa noche se iban oscureciendo, las ventanas brillantes de las casas se iban apagando, los perros que ladraban por el ruido se quedaron en silencio y la vida de esos seres se extinguia, como velas que se consumen lentamente en la oscuridad de la noche.

Los ojos de Matías se cerraban pausadamente, como si experimentara un sueño perenne e inalcanzable, como pétalos de una flor que se pliegan al caer la tarde. Pero algo carecía de sentido. Mientras sus ojos se sellaban, algo comenzaba a irradiar como una luz tenue que divisaba a lo lejos, como un faro de esperanza que guía al navegante perdido en la inmensidad del océano.

Ya en su último latido de sosiego, él había abandonado este mundo y su historia había llegado a su fin... o eso es lo que todos suponíamos.

Matías: ¿Qué es esta luz y por qué no emana calor? ¡Qué es esto! ¿Estoy vivo?... ¿Pero cómo? Si acabo de fallecer, ¿por qué estoy contemplando mi cuerpo sin percibir nada, sin sentir el tormento que tanto me corroía? Lo único que siento es esta superficie fría que llegaba hasta los huesos, como el abrazo gélido del invierno que penetra en lo más profundo del ser.

-Persona desconocida: ¡Oye, tú! ¿Qué estás haciendo tirado en el suelo?

-Martín: ¿Cómo? Alguien me está hablando, pero no veo quién es.

-Persona desconocida: ¡Eh, por aquí! ¿Acaso no ves?

Martín comienza a seguir esa voz que surge de la nada y empieza a comprender que se encuentra en un lugar completamente diferente. Era como una especie de habitación blanca con paredes interminables y cubierta de niebla, como un sueño etéreo suspendido en el tiempo.

Daba un poco de miedo, pero al mismo tiempo transmitía una sensación de belleza y serenidad. En esos segundos de observación, Martín pudo notar a una persona que lo saludaba, y detrás veía una enorme torre. Se podía ver que los pisos subían y subían, formando una estructura infinitamente hermosa.

Este enorme pilar que se sostenía misteriosamente, se podía observar que era antiguo. Sus diseños y espacios no parecían de esta época, pero estaban en perfectas condiciones, como si el tiempo no hubiera pasado y su grandeza nunca se hubiera acabado. Al principio daba miedo mirarlo, sentir ese respeto y temor hacia algo inanimado, algo que no podía verme ni juzgarme, era una sensación nueva en ese momento. Como si ese mundo vacío y silencioso en el que me encontraba me conociera y me entendiera, como si ese mundo estuviera hecho solo para mí y solo yo pudiera hacer una conexión con él.

Ya me estaba acostumbrando a este nuevo mundo, sus espacios vacíos e ilimitados, ese borde sin fin que sentía hasta los huesos, esa niebla espesa que se iba convirtiendo en parte de mí y esa gigantesca torre que parecía ser el guardián de este mundo desolado, como si estuviera allí solo para cuidar de mí... o al menos eso creía en ese momento.

"El Amor Más Allá de la Vida"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora