La última vez que nos vimos éramos amantes, ahora, somos profesor y alumna...
William Silver, mi adicción, mi perdición. Creí dejar su recuerdo atrás, creí olvidar sus detalles preciosos, su corazón de oro y su talento en la cama pero...
¿Qué pasa c...
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AMBER STIRLING
El beso fue tierno, un "te extrañé" sin palabras.
Sus labios se tocaron por primera vez en meses y fue como si nunca se hubieran separado desde aquél último beso. Como si sus estados basales fueran estar juntos y todo el tiempo entre besos fuera mero relleno.
Sellaron sus sentimientos en la boca del otro, saboreando y consumiendo primero sus labios y luego sus lenguas, moviendo la cabeza de un lado al otro, gimiendo por lo bajo con deleite. Las manos de Will en su cintura, las de Amber en su pecho.
Cuando recibía los besos de Will, Amber juraba que las flores a su alrededor florecían y que las estrellas sobre sus cabezas cobraban un nuevo fulgor. Cuando Will la besaba, el mundo se volvía un lugar mejor, y toda preocupación y dolencia se convertía en placer.
Los besos de Will reparaban, curaban, aliviaban. Eran el mejor remedio para el dolor que habitaba en cada cicatriz que el pasado imprimió en su alma.
El asunto con los besos de Will, era que cuando se terminaban, todo ese brío y magia que imprimían en ella desaparecía, dejándola con ganas de más, dejándola deseando besos que duraran mil eternidades, todas sin final.
Por eso no le permitió apartarse de ella, por eso cada que el beso parecía estar por acabar ella empezaba otro y cuando ese parecía llegar a su fin Will respondía iniciando otro más.
En algún punto, la dulzura en su beso se convirtió en agitación y la agitación en violentas bocanadas donde trataban de tragarse el aire del otro.
Amber extrañaba el sabor a Will, su aroma, la sensación que le proveía su calor, tan excitante, tan protector.
Porque esa era la cosa con los hombres Silver, no podías probarlos solo una vez, se volvían una adicción que ni toda una vida de rehabilitación podría desvanecer.
Sus manos tomaron su camisa y tiraron de ella en direcciones opuestas, rasgando la tela y exponiendo su pecho. Su lengua conectó con su piel mientras terminaba de rasgar su camiseta para dejar los miseros pedazos restantes en el suelo junto a sus pies.
Las manos de Will sujetaron su blusa y de un tirón deshizo cada botón, desde su cuello hasta su ombligo, dejando su sostén de encaje blanco expuesto delante de él.
Los ojos grises de Will danzaron por su piel dorada.
Los ojos dorados de Amber danzaron por su piel bronceada.
Las manos de la rubia subieron de su plano abdomen hasta la curvatura de su pecho; calor, solidez, fuerza en cada centímetro que tocaba en él. El vello le raspó las manos y sus pezones le cosquillearon las palmas. En su mano derecha, pudo sentir con claridad su agitado latir, y delante de sus labios, podía sentir la desesperación en su respirar, como si tratara de inhalarla por completo.