“Supongamos que el rendimiento r en % de un alumno en un examen de una hora viene dado por: r = 300t (1−t).
Donde 0 < t < 1 es el tiempo en horas. Se pide:
1. ¿En qué momentos aumenta o disminuye el rendimiento?
2. ¿En qué momentos el rendimiento es nulo?
3. ¿Cuando se obtiene el mayor rendimiento y cuál es?”
¿Eh? No entiendo nada.
Estúpido calculo integral
Pasan unos minutos y sigo sin poder resolver el estúpido ejercicio. Todos trabajan en silencio, hasta Cande, mi mejor amiga (o lo más parecido que tengo a eso), que generalmente me estaría contando sobre el chico con el que ligo en el metro ayer mientras juega con la calculadora en vez de prestar atención o algo por el estilo. Pero hoy, está completamente en silencio. Eso significa que va a temblar, un tsunami enorme va a estallar o los marcianos van a conquistar la tierra con ayuda de Pie Grande, porque Candela habla hasta dormida. De verdad, la he escuchado.
Diez minutos después estoy más estresada que mi mamá cuando no toma café por las mañanas (y si, el vicio a la cafeína lo herede de ella). Además, si no voy en ese instante al baño, un accidente horrible ocurriría y tendría que cambiarme de escuela por el bullying que me perseguiría toda la vida...
Corro por las escaleras, y después de 2 tropezones y una sarta de maldiciones porque el baño del segundo piso estaba cerrado, encuentro uno abierto y, milagrosamente, vacio. No es como siempre, que está lleno a reventar de niñas: tres peinándose frente al espejo, cuatro cotilleando en una esquina, otras cinco formadas en la fila para pasar y, de vez en cuando, un chico metiche que esta “esperando a sus amigas” y es muy idiota como para esperar afuera.
Me lavo las manos al salir, y me hecho un poco de agua en las muñecas y detrás de las orejas. En algún lugar leí que eso despierta tu cerebro, creo que fue en una de esas revistas viejas de mi abuelita…
Voy de vuelta al salón con toda la tranquilidad del mundo. Sí, quiero acabar el estúpido ejercicio, pero tampoco voy a regresar a hacerlo feliz, corriendo en un campo de margaritas. Ya dije que odio las matemáticas.
La escuela esta extrañamente silenciosa, y eso me asusta. No parece escuela. Parece un edificio abandonado, que alguien sigue cuidando porque en cualquier momento los dueños vuelven.
Entro al salón, pensando en lo bien que estaría en mi cama en este instante, cuando me doy cuenta de que esta… ¿vacio? Solo hay un chico, resolviendo el ejercicio en el pizarrón con MI cuaderno. Que no me salía, pero estaba intentándolo al fin y al cabo. Viéndolo bien, no se parece a ninguno de los trogloditas que tengo como compañeros de clase, así que decido observarlo. Veo como sus pantalones marcan perfectamente sus piernas, y la forma en que se tensan sus músculos por debajo de la sudadera pegadita que lleva. Veo como retira el cabello de su cara y… ¿Y en qué momento me volví una stalker?
Carraspeo para llamar su atención, pero el parece no escucharme o finge que no lo hace, porque no voltea.
-Eh… ¿Adonde fueron todos?- Pregunto un poco tímidamente.
-¿Todos? Yo llegue y no había nadie aquí – Contesta el, sin voltear y sin dejar de escribir.
-Oh, ya… ¿Y tu quién diablos eres? – Pregunto, con un tono molesto ya que empiezo a enojarme un poco, ¿quien se cree este tipo para ignorarme? - ¿Y qué rayos haces aquí?
Voltea lentamente y sonríe.
Esa sonrisa
…
…
…
…
Poco después reacciono. Esa sonrisa me deslumbro, he estado soñando desierta con ella toda la semana. Y me sorprendí, porque llevo varios días imaginándola. ¿Qué se cree este chico? Que puede aparecer un día, besarme, hacer que me enamore de sus ojos y después ponerse a resolver mi tarea de cálculo. Pues no. No señor, no se lo voy a permitir.
-La verdad no se qué hago aquí... y… y… puedes llamarme Z- Me observa fijamente mientras dice eso, y me pierdo de nuevo por un momento, hasta que mi boca decide reaccionar por mí.
-¿Z? ¿Así dice tu acta de nacimiento? ¿Así te pusieron tus padres?
-Bueno no, pero… mi nombre verdaderamente no importa.
-Eres un poco extraño, ¿sabes? Pero bueno, algo malo tenias que tener, eras demasiado perfecto para ser real, eres guapo y besas demasiado bien… - Las palabras salen de mi sin que me dé tiempo de pensarlas antes. Me llevo las manos a la boca y estoy segura que a este punto ya estoy más roja que un jitomate.
Él ríe profundamente. Su risa es como música: dulce, melodiosa, perfecta.
-Te ves linda cuando te sonrojas y… ¿Gracias?- Dice, aún riendo. Y si, me hace sonrojarme aun más. – Ahora me toca a mi hacer las preguntas ¿Quién diablos eres y que haces aquí?
-Ah eso… pues este es mi salón, se supone que estaba en clase de cálculo pero cuando volví del baño solo estabas tú… Me llamo Ali- Le contesto, mientras hago lo posible por volver a mi color natural, pero no ayuda el hecho de que lo esté viendo a los ojos.
-¿Ali? ¿Así dice tu acta de nacimiento? ¿Así te pusieron tus padres? –Me pregunta, burlándose de mí de nuevo y con una sonrisa en la cara, y los ojos brillantes.
-Vale, es Alison, pero la única que me llama así es mi mamá cuando se enoja, así que…
-Hola- Dice, extendiéndome la mano. La tomo, y me jala hacia su cuerpo, haciendo que quede frente a él. De pronto, suelta mi mano y me hunde en un abrazo fuerte- Mucho gusto Ali.
-Ali…. Ali… carajo, despierta. – qué raro, la voz de Z se oye como si fuera la de…. ¿Cande? ¿Qué hace Cande aquí, si solo estábamos él y yo? ¿Y porque me observa de esa manera?
De pronto me doy cuenta. Estaba durmiendo. Diablos.
Resulta que Z es, de verdad, demasiado bueno para ser verdad.
Finalmente actualizo. Este capítulo no me gusto mucho, no he tenido ánimos de escribir porque siento que nadie lee esto, pero bueno.
Capítulo dedicado a Mili, que leyó porque se lo pedí y dijo que le gusto, mínimo una persona, ah♥.
Un beso,
Jazz.