Capítulo 5

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Tenía la mirada fija sobre la hoja de mi cuaderno... que seguía en blanco tras horas y horas de clase. No podía concentrarme bien ya que pensaba en la reacción de Fabricio y en el sinfín de dudas que me había dejado en la mañana.


-Hoy no andas por aquí, ¡eh!- Rosalya, quien se había sentado a mi lado hoy, trataba de llamar mi atención.

-...

-¿Acaso estás teniendo problemas amorosos?

-¿Eh?

-Di en el blanco~

-N-No es eso...

-Señoritas, ¿su conversación es más importante que la clase?- el profesor nos miraba por encima de sus anteojos.

-Por supuesto que no- respondió Rosalya en el acto- Es sólo que parecía que Amy no se sentía bien. Por eso me preocupé.

-¿No se siente bien, señorita Amy?

-¿Eh? Y-Yo...

-Puede ir al tópico si desea pero, por favor, no interrumpa mi clase.


Como ya no resistía la incomodidad de recibir la mirada de todos sobre mí, decidí seguirle la corriente a Rosalya.


-E-Entonces, c-con su permiso... -y casi volé hacia la puerta de la salida.


Como ya no tenía nada que hacer por el momento, me refugié en la biblioteca de mi facultad. Desde hace tiempo quería perderme entre los libros pero no había podido porque en mi casa no teníamos buenos libros y en el apartamento de Agatha tampoco había nada interesante.


Comencé a leer tranquila hasta que las palabras de Rosalya surgieron entre mis pensamientos.


-¿Y si era Fabricio el que estaba teniendo problemas amorosos?


Golpeé mi cabeza un par de veces.


-Tan bien que estaba mientras no pensaba en eso...


Mientras leía más, encontraba citas interesantes que quería apuntar. Abrí mi mochila para sacar mi portaminas favorito pero no la encontré. Era tan especial que jamás se lo hubiera prestado a alguien así que deduje que debió quedarse en casa... o en la casa de Fabricio cuando buscaba su agenda.


Tragué saliva. Si fuera la segunda opción, no tendría oportunidad de recuperarla.

De todas maneras, para evitar ponerme triste si no la encontraba, a la salida visité unas cuantas tiendas que había de camino a casa pero ninguna tenía un portaminas igual al mío.


Resignada, llegué y me dispuse a estudiar en la sala. Quería aprovechar la tranquilidad del apartamento.


-Amy- dijo mi tía saliendo de un cuarto- Necesito que me hagas un favor muy grande.

-Dime- solté el lápiz y me dispuse a escucharla.

-Lo que pasa es que ayer vi a Fabri...

-¿Eh?- por la impresión, y de casualidad, empujé mi cartuchera.

El Sr. editor y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora