Esta historia trata de como el inicio de cada historia de amor no siempre es de una forma romántica, ellos se odiaban pero en algún punto decidieron llevarse bien, por obligación, o quizá... ¿No?
Autora de la historia que estoy reescribiendo y conti...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Era una mañana dulce y relajada, aunque no para Lambayeque, decidió que era tiempo hablar frente a frente con Loreto de sus sentimientos, necesitaba hablar. Le estaba matando esconderse de sus sentimientos, era mejor expresarse y revelar sus sentimientos antes de que sea peor y su amor por Loreto crezca.
Se vistió con algo simple, un suéter color beige y un simple pantalón negro. Salió de su cuarto para ir hacia abajo donde encontró a sus hermanos relajados y echados en el sofá.
—Nada, solo relajandonos... —Dijo Tumbes para acomodarse más en el sofá.
—Más bien ¿Dónde vas? —Preguntó Ayacucho, en una posición de boca arriba.
—A la otra casa, necesito hablar de ciertas cosas. —Finaliza Lambayeque dirigiéndose hacia la puerta.
Lambayeque no se sentía seguro, sentía ganas de llorar sabiendo que la respuesta de Loreto estaba más clara que el agua. Iba a ser rechazado, lo sabía, pero como ya tenía claro, era mejor hablar que dejar que se expanda el sentimiento de amor por Loreto por mantenerlo en secreto.
En cada paso su corazón latía con fuerza, no podía aguantar el nerviosismo. Se iba a declarar y sabía que no iba a hacer algo fácil pero que tendría que mantener una buena compostura delante de Loreto.
Sus pensamientos permanecieron así hasta que llegó a la primera casa, donde se situaba su Loreto, su objetivo principal.
Sin más preámbulos, finalmente se atrevió a tocar la puerta con una mezcla de emoción y expectación. Esperaba ansiosamente una respuesta, y no pasó mucho tiempo antes de que sus oídos fueran recibidos por el sonido de pasos apresurados acercándose al otro lado. Sin embargo, cuando la puerta se abrió de par en par, se encontró con una sorpresa inesperada. No era Loreto quien le recibía, sino Cusco, la persona hacia la cual Lambayeque había sentido cierto resentimiento y desprecio por lo sucedido con Loreto pero en cierta parte sabía que era inútil odiar a alguien que no tenía la culpa.
—Buenos días Cusco ¿Puedo pasar? —Preguntó Lambayeque.
—Claro y... Buenos días Lambayeque —Le entrega una sonrisa.
—Gracias... —Pasa y se sienta en el sofá—Cusco ¿Te puedo.. Hacer un pregunta?
—Claro ¿Cuál es?
—¿Dónde está Loreto?...
—Arriba en nuestro cuarto ¿Por qué preguntas? —Frunce el ceño.
