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𝘔𝘪𝘯𝘩𝘰

No quería irme, pero no tenía opción realmente. Ya llevábamos sentados comiendo y platicando un buen rato y aún así sentía que algo faltaba.

Era una sensación tan extraña, como si ya estuviera familiarizado con ese ambiente. Como si ya hubiera escuchado su risa miles de veces o como si ya conociera todas esas anécdotas en su trabajo que me platicó mientras acariciaba a Soonie, quien había terminado recostada en su regazo. Y cuando me di cuenta que el agua de afuera ya estaba calmandose, no tuve más excusas para seguir ahí. Me despedí rápido, no quería hacer de ese un momento incómodo, pero sí que agradecí muchas veces.

No tengo idea de cómo encontré el camino de regreso a casa, tampoco de cómo tuve la energía de subir las escaleras a mi departamento. Apenas abrí la puerta, un par de ojos curiosos se posaron sobre mi antes de irradiar pura confusión.

—¿Dónde estabas? —preguntó Hyunjin—. ¿Y por qué estás tan mojado?

—Salí a buscar a Soonie en medio de la lluvia —respondí, mientras soltaba a la nombrada en el suelo y yo me deshacía de mis zapatos y sudadera—. Gracias por preocuparte por nosotros.

—Creí que ya estabas dormido. Había mucho silencio.

—Pude haber muerto y tu ni en cuenta.

—No seas dramático, Minho. Ambos sabemos que ese es mi papel.

Regresó su atención a la televisión, volviendo a poner palomitas en su boca. Mientras tanto, yo me preguntaba como es que terminé con un compañero de hogar tan despreocupado como él. Aunque no podía quitarle el mérito por ser un buen amigo, así que aprendí a dejar pasar ese tipo de actitudes y simplemente verle el lado divertido.

Fui directo al baño donde tomé un baño caliente y cambié mi ropa por una pijama. Mientras estaba bajo el agua, la imagen de todo lo sucedido llegó a mi mente, el recuerdo reproduciéndose como si de una película se tratara. Se sentía irreal haber accedido a algo como eso, incluso que se me haya presentado la oportunidad de olvidar mi cotidiana timidez al conocer personas y que un amable y sonriente chico que prepara los mejores lattes en el mundo haya aparecido tan de repente, sin ningún aviso, pero dejando mucho de qué hablar. Puras cosas buenas, claro está.

Ya en mi cama y con mi celular por fin en mis manos fue que me di cuenta que no tenía ni una manera de contactarlo y aunque siempre he sido testarudo con aceptarlo, soy muy distraído, mi cabeza está siempre en las nubes y, por lo tanto, no presto atención a los detalles —no a los que considero no muy importantes, al menos—, así que no tenía ni un mínimo recuerdo sobre las calles que recorrimos para llegar a la cafetería. Tal vez iba tan concentrado en otras cosas —o en cierta persona— como para preocuparme por eso. Maldije en un susurro y dejé caer mis manos sobre mi rostro. Podría buscarlo en su escuela, pero no es como que él me haya dicho dónde quedaba, simplemente mencionó el nombre y, sinceramente, iba a ser un tanto acosador ir a buscarlo ahí. Mis opciones estaban apretadas.

Luego de recibir una inesperada visita de Hyujin en mi habitación para platicarme sobre su mala experiencia en una exposición de la escuela, caí dormido y, a pesar de tener preguntas encima sobre cómo continuar, descansé como nunca.

A pesar de la gran sorpresa de la noche anterior, mi rutina siguió con naturalidad. Hyunjin y yo subimos a mi auto con el desayuno en nuestras manos porque ya se nos hacía tarde y música sonando bajo en las bocinas.

—¿Por qué tardaste tanto anoche? —preguntó Hyunjin—. ¿Tan perdida estaba Soonie?

—No en realidad, sólo la busqué durante diez, quince minutos. Es que la lluvia me atrapó, ya te lo había dicho.

𝑪𝒐𝒊𝒏𝒄𝒊𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 | minsung |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora