II: porque en el Nilo te encontré.

1K 111 16
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


-¿De dónde sacaste a ese bebé, Henutmire?

Las puertas de los aposentos de la princesa se abren para dar entrada a la reina junto a varias damas, una de las cuales carga al pequeño Ramsés, que como usualmente, tiene los ojos apagados y la mente divagada.
La expresión de Tuya es de absoluta contrariedad cuando ve a su hija mayor meciendo desesperadamente a un bebé envuelto en una manta hebrea, mientras este está rompiendo en alaridos.

-¿Escuchaste su llanto hasta allá afuera, madre? -apenas parece prestarle atención, tan angustiada como se encuentra.

-¡Claro que sí! -exclama con obviedad, su mirada consternada no se aleja del pequeño al que la joven arrulla entre sus brazos-. Desde que venías por el corredor se escucha el llanto.

-Tiene hambre, madre.

Su voz refleja un completo desasosiego, demasiado preocupada como para pensar en el hecho de que su idea de pasar desapercibida no tuvo éxito. Ninguna parece darse cuenta del como, detrás de ellas, Ramsés se remueve inquieto en brazos de la sierva, lloriqueando como si tratara de librarse de su agarre.

-¿Pero de dónde viene ese bebé? -vuelve a preguntar la Reina, toda la situación parece tan irreal que por más que se esfuerza, no consigue encontrarle explicación razonable.

Sin embargo, Henutmire está demasiado ansiosa por el llanto de Moisés cómo para ponerse a explicarle la situación. Así que con un simple "Es una larga historia", comienza a acunarlo con mayor insistencia.

Frustrada y agobiada, la princesa parece comprender que nada de eso obtendrá resultado, que el llanto inminente del bebé no cesará hasta que la nodriza llegue, así que se deja reposar en su lecho, poniendo al bebé sobre las mantas de lino fino y costuras de oro.

Es entonces cuando el alboroto de Ramsés llama la atención lo suficiente para notar como el niño inclina todo su cuerpo hasta la cama, es tan extraño verle tan ansioso que en un arrebato, Tuya arremete contra la sierva, y cargando al heredero en brazos, se pone a despotricar respecto a lo que le ha puesto en ese estado. Aún así, el niño continúa quejándose aún en el seno de su madre, así que pronto no tiene más remedio que atender a su solicitud muda y acercarlo al bebé hebreo que se remueve entre las sábanas.

El efecto es instantáneo: a penas el cuerpo de Ramsés se posa a un costado del otro infante, su rabieta cesa, y en su lugar, una sonrisa elocuente llena sus facciones. La escena sería impactante para Tuya de no ser porque su mente está atareada por la implicación de la presencia del hebreo en el palacio, por lo que en lugar de prestar atención al como su hijo gatea más cerca del otro, se dirige hacia la joven mujer que mira con ojos cálidos a los dos niños. Parece a mitad de una frase que podría ser «Mira eso, se agradan en uno al otro.» cuando su madre le interrumpe con tono solemne:

-Ahora me vas a decir quién es ese bebé que te atreviste a traer a tu cuar-

-Moisés.

La suave voz risueña de Ramsés corta cualquier cosa que Henutmire estuviera por decir, lo que suena como uno de los balbuceos que de vez el príncipe suele esbozar, hace que la princesa abra los ojos con genuina sorpresa, sus labios se separan y luego los cierra un par de veces mientras observa como su hermano sujeta la pequeña mano del bebé con suavidad, como si supiera exactamente que fuerza aplicar para no lastimarle, pero también la necesaria para hacerle sentir su presencia.

Fluir como el Nilo || Ramsés x Moisés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora