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Decían que la tercera es la vencida, ¿verdad?
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Ese día Wednesday estaba decorando unos pequeños carteles que llevaban una letra en cada uno con tal de formar "Tendremos un bebé", las letras eran de color plateado con brillitos negros y agregó algunas pegatinas representativas de un bebé.
Como ventaja, la lección por enseñarle a sus niños de la academia de baile, era el como hacer un baile tierno parecido a un bebé, realizando gestos tiernos, y con permiso de las madres los comisionó para ayudarle con su siguiente idea en su casa.
Supuestamente Enid tenía que entrar a su hogar donde los niños sostendrán los carteles y danzarán una melodía para bebés con los pasos que enseñó el corto tiempo que le quedaba.
—Bien niños, ¿entienden lo que deben hacer? —preguntó, para confirmar que estén listos, no quería que alguno se sintiera incómodo.
—¡Sí, profesora Wednesday! —el más pequeño respondió dulcemente.
Por si acaso, encendió las bocinas para dar un último ensayo antes de que Enid salga del trabajo, y se divirtió un poco junto a los menores, quienes disfrutaban de la compañía de su profesora.
Incluso las mascotas se unieron a bailar con ellos, jugueteando con los niños que les acariciaban las orejas con cariño.
El sonido del seguro de la puerta principal siendo quitada fue la señal para que los infantes corran por sus carteles y se colocaran en su posición correspondiente. Wednesday conectó el parlante en un volumen notable antes de ponerse delante de los pequeños.
Enid abrió la puerta soltando un bostezo por la relajante música, quitó su saco negro para colgarlo en el perchero de la entrada y caminó hacia la sala de estar, mirando a los alumnos de su esposa bailar de forma bonita.
Se acercó, leyendo lo que él letrero decía, Wednesday volteó a verla esperanzada en que entendiera por fin lo que necesitaba decirle, pero para su excelente suerte...
Enid sólo aplaudido a el espectáculo, conmovida por los muchachitos.
—Es grandioso, Wedns. ¿Te contrató alguna pareja? Seguro quedarán fascinados —felicitó con una enorme sonrisa. —Oh, perdón si interrumpo, iré a cambiarme.
Se retiró del lugar dejándola con la boca abierta por la tremenda estupidez que ocurrió. ¡Estaba tan claro y aún así no captó la indirecta tan directa!
"¡¿Pero-?!", sólo pudo gritar en sus adentros.
Gruñó contando mentalmente del uno al diez para evitar lanzar algo de la sala a la pared y terminar asustando a los niños que no tenían la culpa de que su esposa fuera tan ingenua.
Un jalón en su pierna le hizo bajar la mirada a uno de los pequeños que requerían de atención.
—¿Puedo comer una galleta? —se refirió a las que horneó como recompensa.
—Claro, vamos por una galleta —dijo, rendida.
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❛❛Por poquito olvido publicar el capítulo de hoy...
