Era de noche.
Las luces de los edificios iluminaban la ciudad, el sonido de los autos se podía escuchar a lo lejos y el bullicio de las personas era lo que mas destacaba en todo el reino demoníaco.
Así era siempre, no había día alguno en el que la capital del reino de los demonios no dejase de brillar. Era el ejemplo perfecto de una ciudad al nivel Nueva York o Hollywood, pero sin contar con estrellas de cines.
Justo ahora, todas las personas se encontraban caminando de un lado a otro, esto mientras charlaban entre si, ya sea en pareja o por su sofisticado móvil.
Personas modernas, para una ciudad moderna.
Ese era el ambiente habitual, pero hoy, había una diferencia, y ese era, que frente a la gran torre de la Reyna Lilith, se encontraban grandes máquinas de construcción. Y como su nombre dice, estás máquinas estaban reconstruyendo todo el daño ocasionado por el ataque terrorista de aquel caballero falso.
En medio de esto, una vieja pero fuerte Erina se encontraba supervisando todo, ya sea para cuidar de otra ataque sorpresa o para asegurarse de que las máquinas cumplan los caprichos de su reina.
-- "dile a los obreros que reconstruyan la sala de descansos, es importante que el comedor y la cocina esten reparados lo más antes posible, así lo dijo Lilith "--
-- " ehh.... Seño- señorita Erina, creo que sería mas sensato empezar por vestíbulo, puedo ver desde aquí como se está cayendo a pedazos "--
-- " lo siento, pero es una orden de Lilith "--
-- " con todo respeto, parece más un capricho que.... "--
-- " la reina también dijo que los obreros serían los primeros en probar las malasadas de la torre "--
--".......... Como dije antes, es importante reconstruir el comedor -dandose la vuelta- ¡Ya escucharon a la señora Erina, a trabajar! "--
Y todos se pusieron manos a la obra, dónde los obreros trabajaron el doble de eficiente, como si estuvieran dotados de fuertes vitaminas.
Erina sonrió, aunque sea un capricho de Lilith, ella también deseaba comer algo dulce ahora. Además de que su querida reina no dejaba de pedirle galletas por la mañana. Eso y que los dulces son otra forma de controlar a las reinas demoniacas.
En especial Paimon y Andras, las más terribles e inestables.
-- "fuu.... A mí también se me antojo algo dulce de comer "--
-- "señorita Erina "--
-- "¿Uh? "--
Un militar se acerco de manera apresurada, poniendose me frente de la poderosa guerrera Erina, mientras hacía un saludo militar.
Erina le dió el bueno visto, dándole la orden de descansar y el soldado por fin pudo dejar su saludo.
-- "¿Que sucede soldado? "--
-- "¡Si! Sus órdenes fueron cumplidas de manera correcta "--
-- "¿Mis órdenes? "--
-- "¡Si! "--
Erina entrecerró los ojos, haciendo memoria sobre las dichas órdenes que ella dijo. Pensó y pensó, pero por más que chasqueaba la lengua ella no recordaba darle unas ordenes al soldado de su enfrente.
Ella inclinó su cabeza, mientras cruzaba los brazos y fijaba su mirada en las gafas militares de aquel soldado. Lo miro atentamente, de manera sería mientras arrugaba la cara y torcia su sonrisa.