xɪ: "ʜᴀʟʟᴏᴡᴇᴇɴ"

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Los siguientes cinco días pasaron tranquilamente, tanto, que hasta daba miedo. Para suerte de Minho, quien se encontraba mucho mejor, pudo descansar como a él verdaderamente le agradaba: acurrucado entre los brazos del Diablo, con sus frentes unidas y respiraciones más audibles de lo normal ante una larga sesión de besos.

Debido a que los Lee parecían estar tramando algo, Jisung decidió que, por el bien de su niño favorito, permanecería ausente durante el día, y tan sólo regresaría por las noches. Resistiría el no pasar todo el tiempo junto al mundano, ya había estado solo durante siglos, ¿en qué le afectaría volver a ello?

Bueno, al parecer, en todo.

— Es mi hora de partir —murmuró el rey del inframundo, repartiendo dulces, lentos y pequeños besos por la piel del cuello ajeno.

— Entiendo —Minho aflojó sus brazos, los cuales rodeaban el cuello de Jisung. No se negaría a la decisión del arcángel, quien parecía estar haciendo su mayor esfuerzo para protegerlo. Esperó unos momentos, con sus ojos cerrados, hasta que los labios contrarios se alejasen, pero, a pesar de que aquello sucedió, Jisung permaneció en su sitio—...ah, ¿Sung?

— Mh.

— ¿No es...? —sintió los brazos de Jisung rodear mejor su cintura, acomodándose como anteriormente lo estaba—. ¿No es tu hora de partir?

— ¿No te hace gracia? —apartó su rostro del cuello del pelinegro, dejándolo frente al de éste, quien lo observaba con curiosidad—. ¿Mi "hora de partir"? Suena a que moriré.

Minho frunció su ceño, con su semblante serio mientras negaba lentamente con la cabeza—. No me hace gracia.

— ¿No? —ahora, quien lucía confundido, era el Diablo—. Comprendo.

No lo comprendía.

— No me gusta imaginar que podrías morir.

— No debes imaginar cosas que no podrían suceder —retrucó Jisung, llevando su mano repleta de anillos dorados al lado derecho del cuello de Minho—. Lo haces constantemente.

— Es inevitable —susurró el pelinegro, alzando un poco su rostro y observando los finos labios ajenos.

— Pero no irremediable —finalmente, el rey del inframundo le obsequió al mundano lo que éste tanto anhelaba, besando sus labios con lentitud, y hasta dulzura.

Tras aquella conversación, surgieron nuevos asuntos como, por ejemplo: el que Minho no debía -ni tenía porqué- arriesgar su vida por los demás. Jisung confesó el haber sido él quien envió a Muerte hacia el sacerdote Yeonseok, y que no debía de invadirlo de preguntas por ello. El mundano, en medio de aquella pequeña discusión, intentó hacerle entender muy delicadamente que Jisung, aunque pudiese, no tenía el derecho de asesinar a cada persona que lo molestase. No sólo era sospechoso, sino, también, hacía un gran daño en el corazón de Minho, quien expresó la culpa que sentía, sin poder evitar soltar una que otra lágrima al recordar todo el daño que -según él- había causado.

Por otra parte, Jisung sabía que, aunque sus palabras siempre eran las mismas, algún día permanecerían intactas en la mente del pelinegro.

"Mi niño favorito, ¿por qué lloras por seres que no merecen permanecer en este mundo? Ni en otro. Si están ardiendo en el infierno es por culpa de ellos. Nadie debió ni te pondrá una mano encima...jamás."

Dancing With The Devil.《 Hanknow 》ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᶜᶦᵒ́ⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora