Es 1967 y Minho está harto de ser aquel chiquillo religioso al cual todos molestan. Cansado de un dios fingiendo oídos sordos, decide tomar sus propias riendas a escondidas:
¿Qué tan mal podría irle si recurriese al mismísimo Diablo? ¿Qué tan rápido...
¿Podría remediarlo todo si alguna vez salía de aquel sitio?
Estaba siendo carbonizado, mutilado, destripado, una, y otra vez...sin parar.
¿Su piel? Ya no estaba. Podía ver pedazos de ésta fluir por el sofocante aire, entre las penumbras, donde se encontraba, gracias a los fuertes relámpagos que partían su cráneo ante la intensidad de la repentina luz. Desnudo, amarrado, clavado a una... ¿suelo? Algo que ardía, y aún más cuando los cuervos volaban sobre sí, picándolo, retorciéndose, y quemándose en el intento de huir.
De vez en cuando, todo se volvía silencioso, oscuro y, la primera vez que sucedió, creyó que debió de dormir. En cambio, era otra de las millones de torturas: vio su infancia, su adolescencia, su boda, situaciones con sus hijos...pesadillas.
Inevitables de ver al ser incapaz de parpadear, y dejándole traumas permanentes.
Estaba seguro que pasaron más de setenta años. Ya todos estarían muertos, ¿verdad? ¿Habrían esperado por él? ¿Se dieron cuenta de su ausencia? Si así fue, ¿hicieron algo al respecto?
¿Regresaría en algún momento? Si lo lograse... ¿regresaría completo?
Porque su alma fue sumergida en La Fosa: aquel mar de lava, calcinada una, y otra vez. No había perdón, ni tampoco permiso de perdonarse a sí mismo.
Solo tortura, hasta que aprendiese. Eso le dijeron, y aún continuaba allí.
¿Sería lo suficientemente fuerte para resistirlo.
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Dos semanas después, Minho continuaba siendo incapaz de creer lo ocurrido, observando con admiración el precioso, cálido anillo de oro aferrado a su dedo anular.
Jisung y él eran esposo.
Todos aquellos días fueron -aunque suene extraño- estables. Jiwon, quien notaba cada pequeño detalle en sus dos hijos, le preguntó al pelinegro quien le obsequió tal joya, por lo cual tuvo que mentir, comentando que solo era un anillo que compró en una tienda. Que fue luego de clases, porque Felix necesitaba algo de allí. Por algún desconocido motivo, luego de su mentira, oyó a su hermana mayor reír con sequedad, por lo cual se volteó, y mantuvo su mirada fija sobre Jieun, intentando descifrar si la joven sabría algo.
¿Cómo podía? Cuando Jisung le propuso compromiso, estaban en un parque, a la vista de cualquiera, pero la plaza central estuvo desierta. Además, en aquellos momentos, Jieun debía estar en sus clases, y su establecimiento no estaba ni cerca de donde Minho y Jisung se comprometieron. ¡Es más! Era mucho más probable encontrarse a su madre que a su hermana.