Capítulo 1

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El salón de clases se había quedado en silencio al ver a la chica nueva que se encontraba sentada en una de las bancas del frente, a su lado, Zoé no dejaba de verla se soslayo. La recién llegada tenía los ojos más bonitos que hubiera podido ver y ella fascinada por la belleza de sus rasgos, le era difícil apartar la mirada, pero también le daba pena verla directamente a la cara.

Poco después el maestro de la clase entro y dio la bienvenida a la alumna nueva, como era de esperarse los chicos se deshicieron en halagos con la chica nueva a la hora del recreo, pero cosa extraña, ella fue la única que no salió al receso y Zoé, llena de curiosidad, dejo a su grupo de amigas para ver que se encontraba haciendo la recién llegada. Como si fuese un gato, Zoé asomo su cabeza para verla y no ser descubierta, más, sin embargo, la chica se dio cuenta de inmediato de que alguien la observaba.

― ¿Estas espiándome? ― le pregunto y Zoé casi se cae para tras del susto.

―No ― se apresuró a decir mostrándose ante Pía ―. Solo sentí curiosidad de saber porque no habías salido del salón.

― ¿Cómo te llamas?

―Zoé.

―Muy pocas veces he oído ese nombre, es tan corto y de tres letras como el mío. Qué curioso ¿verdad?

―Pero me gusta más el tuyo ― expreso acercándose a su banca y mirarla esta vez sin sentirse avergonzada.

―Cuestión de gustos.

Zoé sonrió como idiota y Pía le devolvió la sonrisa, desde ese día ambas comenzaron a conversar, la primera fue dejando a su grupo de amigas solo para pasar más tiempo con Pía a la hora del recreo, ambas se llevaron muy bien desde el primer día y Zoé pudo considerar por primera vez a una chica de la escuela una verdadera amiga. Con ella podía hablar de todo, Pía la escuchaba y le daba su punto de vista, Zoé no podía hablar abiertamente con su madre, ella era una mujer muy cerrada y se escandalizaba por todo.

Por otro lado, sentía que su madre guardaba un secreto, que ocultaba algo, a veces la escuchaba hablando por teléfono en voz baja y con alguien que no era su padre, las llamadas siempre eran a la misma hora y los mismos días de la semana sin falta, eran breves, pero siempre dejaban Anayance la madre de Zoé pensativa. Cuando se acercaba la hora de esa llamada en especial, su madre no se apartaba del teléfono y no permitía que Zoé ni nadie más la tomara.

― ¿Con quién habla mi mamá siempre a esta hora, papá? ― le pregunto Zoé intentando descubrir el misterio que rodeaba a su madre.

―No puedo decírtelo, pero espero pronto lo sepas.

Era todo lo que Casandro le atinaba a decir, a Zoé le daba cierta inconformidad que su padre fuera tan enajenado a los asuntos de su madre, era como si tuviera atole en las venas. Casandro era el que menos se enojaba con Zoé cuando rompía las reglas, pero Anayance, ella era quien la castigaba y se encargaba de meterla en orden.

Sobre estas llamadas misteriosas era el tema que Zoé y Pía solían entretenerse haciendo conjeturas de quien podría ser la persona de la que Anayance esperaba las llamadas tres veces por semana a las cuatro de la tarde.

Uno de esos días en el que los tres se encontraban almorzando, Anayance anuncio que tenía dos noticias que darles, tanto Casandro como Zoé dejaron de comer para prestarle atención. Anayance mostraba una enorme sonrisa y su esposo, no pudo más igualarla, se habían dedicado una mirada cómplice, mientras Zoé, no tenía ni la menor idea de que era lo que pasaba.

― ¡Estas embarazada! ― expreso Casandro emocionado.

― ¡Si! Esa es la primera y la otra es que mi hermano Burion vendrá pronto a vernos.

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