Capítulo 2

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Pasada la media noche Zoé salió de su habitación. Ninguno de sus padres se había preocupado por ella o interesado en saber la razón por la cual no bajo a cenar, así que estaba segura de que todos dormían como si nada pasara. Solo era ella quien se encontraba en vela, sin poder dormir y con un pensamiento dentro de su mente que no la dejaba en paz y que, convencida de lo que se tejía dentro de su cerebro, siguió lo que le dictaba.

Entro a la cocina y con calma, abrió el cajón en donde se guardaban los cuchillos. Los miro gracias a la luz de fuera que se colaba por la ventana de la cocina, observo a cada uno con detenimiento y tomo el más grande y filoso, lo empuño en su mano derecha y sonrió, cierta excitación había comenzado a correr por todo su cuerpo. Ahora ya no sentía miedo, sino que tenía todas las ganas de terminar con la vida de Burion y hacerlo pedazos con sus propias manos.

Con la misma calma, subió los escalones y se plantó frente a la puerta de la habitación de Burion, allí, espero unos momentos antes de entrar, necesitaba estar segura de que él se encontraba completamente dormido para entrar y tomarlo por sorpresa. No le daría la oportunidad de correr como el cobarde que era.

Con la visión roja por el odio y la rabia, que desde hacía algunos minutos había adquirido, Zoé entro en la habitación de su tío y sin preocuparse de cerrar la puerta, camino con calma hasta él sin quitarle los ojos de encima. No podía creer que ese monstruo pudiera dormir tan tranquilo después de todo lo que había hecho, Zoé apretó con más fuerza e ira el cuchillo en su mano.

Una vez delante de él, tomo el cuchillo con ambas manos y lo hundió en el estómago de Burion, al escucharlo gritar, Zoé lo hizo un movimiento hacía bajo, sin sacar el arma blanca que hizo brotar sangre.

Los ojos de Burion se abrieron tan grandes que casi se salían de sus órbitas ante el dolor que lo despertó, y luego de ver quién y que lo causaba.

―No.… lo… hagas ― balbuceo.

―Acaso tú te detuviste cuando te suplique que no lo hicieras.

Zoé sacó el cuchillo y la sangre la salpico, sintió más asco y llena de desprecio, hundió el arma varias veces en Burion, ya no le importaba donde, solo quería terminar de una vez por todas con él, borrarlo de la existencia.
De pronto la penumbra de la habitación se vio abandonada cuando alguien encendió la luz. Zoé giró el rostro y descubrió a sus padres, ambos tenían rostro de horror, Anayance había perdido la voz, solo mantenía la boca abierta desencajada y sus ojos se parecían a los de su hermano cuando Zoé le dio la primera estocada de muerte.

― ¿Qué has hecho, Zoé? ― expreso Casandro conmocionado.

―Acabar con la basura que era mi tío.

Zoé se hallaba cubierta de sangre, desde el rostro hasta la punta de sus pies descalzos, su pijama de los ositos cariñositos, de dulce, pasó a ser de lo más aterradora. Zoé se mostraba completamente indiferente ante lo que había hecho, Casandro no lo podía creer. Anayance se había retirado de la escena a pesar de que momentos antes no pudiera articular palabra alguna.

― ¿Por qué lo hiciste?

―Porque abuso de mí.

El tiempo pareció transcurrir lento, Zoé se quedó de pie en el mismo lugar observando a Burion, sintió alegría de verlo ya muerto y desangrado, jamás volvería a hacerle daño.

En el silencio de la noche, las sirenas de la ambulancia y de la policía se comenzaron a escuchar, Casandro se limitó a ver como Zoé se quedaba en otro mundo con el cuchillo aún en las manos, lo tenía fuertemente agarrado y él, no se atrevía a acercarse o a decirle que lo soltara, temía que le hiciera daño.

Zoé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora