1. URSS

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Sabía lo que significaba el tener un hijo, lo había visto de primera mano, y no estaba en sus planes tener uno.

Así que el ser despertado por un llanto infantil en mitad de la madrugada lo hizo palidecer.

A su lado había una pequeña vida de piel rojiza, que lloraba de forma estruendosa mientras movía sus bracitos y piernitas sin control, con gruesas lágrimas corriendo por sus regordetas mejillas.

A duras penas Imperio Ruso sostuvo al infante, sentía como si tuviera un arma mortífera entre sus manos.

Él había visto lo que significaba tener un hijo, había visto a Prusia tener el suyo y morir por dejarle el territorio a su descendiente; también había visto los problemas que ahora tenían los países imperialista con sus ex colonias, quienes parecían llenas de rencor.

Y él no pensaba ser parte de la estadística.

— Oh, vamos, pero si es muy lindo el nene, tiene tus mismos ojos — decía Rumania, sosteniendo con felicidad al bultito de mantas que Imperio le mostró cuando llegó a casa.

Las sirvientas lo habían estado cuidando desde su aparición dado que el imperio no quería ni ver al infante

— Que sea lindo no quita el hecho de que irá tras lo mío, ¡yo no pienso morir! — en su voz se oía la consternación y molestia.

— Imperio, es solo un bebé, es tu hijo ahora y debes hacerte cargo de él... Inculcarle tu conocimiento y guiarlo — Rumania acomodó mejor al pequeño entre sus brazos.

— ¿Sabes lo que significan los bebés para nosotros los representantes?, significan la muerte, y yo no pienso dejar que esté pequeño bastardo me mate y quite todo — el odio en la voz de Imperio era impresionante, cosa que hizo que la mujer temblara un poco, nunca lo había visto así y comenzaba a preocuparla.

— Imperio, es solo un bebé, este bebé no hará nada que no se le inculque, por eso debes criarlo... Si lo crías adecuadamente puede incluso se vuelva tu mano derecha — Rumania intentaba razonar con él, tenía un horrible presentimiento, uno que se asemejaba a cuando era niña y vivía con Godos.

— No pienso morir...

— Bueno, si no lo quieres me lo quedo yo, sabes que me gustan los niños — la mujer abrazó protectoramente al bebé, quién bostezo y se acomodó mejor entre aquello cálidos brazos que lo sostenían.

— No... No quiero que tampoco arruine tu vida.

Imperio Ruso era firme en su decisión, no quería a ese niño, pero tampoco estaba dispuesto a qué su pareja sufriera por culpa del bastardo, así que se quedó con él, pero delegó todo su cuidado a las sirvientas y guardias que había en su palacio.

No era mucho de estar con el pequeño URSS, no comían juntos, no le daba lecciones de algo y no salía con él a sus reuniones aristocráticas. Tendía a ser grosero con el pequeño, y solo era cordial con él cuando Rumania estaba de visita, porque sabía que la mujer amaba al pequeño... Y porque sabía cómo era la mujer, no quería morir por un de sus arranques como a muchos súbditos de está les había pasado, no era algo lindo de ver.

Pero ella no siempre estaba allí, así que eso dejaba una brecha para que el imperio fuera cruel con su hijo.

— Papi, ¿qué haces? — preguntó el pequeño de ahora cuatro años, asomándose apenas por el borde frontal del escritorio.

Estaba aburrido, todas las mucamas estaban trabajando, los guardias lo habían hecho entrar al palacio porque hacía frío afuera, y quería pasar tiempo con su padre.

— Trabajando, ¿acaso no lo ves? — respondió de manera tosca el adulto, aún escribiendo sobre unas hojas de papel.

— ¿Y que escribes?

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