Si algo entendía el pequeño URSS sin necesidad de explicaciones complejas, es que su padre no lo quería cerca a menos que fuera estrictamente necesario.
Nunca lo dejaba comer con él, siempre le obligaba a comer en la cocina junto a la servidumbre, y a URSS llegó un punto donde no le molestaba, sino que le gustaba, porque todos se preocupaban por él y lo tomaban en cuenta.
Las mucamas le dejaban ayudar a cocinar y a colocar el servicio en la mesa en la que solían comer todos juntos, la cual estaba dentro de la cocina.
Le dejaban probar lo que iban haciendo y siempre le preguntaban que quería comer y como lo quería, además que se evitaba la incomodidad de comer en silencio con su papá ya que esté solía ser alguien muy callado en la comida y le perturbaba solo escuchar el ruido de los cubiertos en el plato.
Pero, siempre había excepciones, y una de esas es que no podía comer con los sirviente si había visitas en casa, en esas ocasiones es cuando se veía obligado a comer con su padre y la visita, que regularmente era Rumania.
La mujer me agradaba por eso y porque siempre le daba dulces a escondidas, además de ser cariñosa.
Era incluso esas veces donde su padre lo mandaba a vestir de forma elegante, en lugar de su usual ropa cómoda que le servía para correr y escabullirse por los rincones del palacio.
— Necesito que te quedes quieto, pequeñin — decía Irina, frunciendo el ceño al ver qué URSS no dejaba de moverse.
— No puedo, no quiero está cosa, me pica — declaró el menor, llevando su mano al cuello para moverlo y rascarse un poco con su dedo.
— Cielo, sé que te pica pero debes aguantar, tu papá hoy tiene visita y comerás con ellos — la mujer volvió a acomodar el cuello de la camisa y le terminó de colocar un saquito azul.
— No quiero comer con mi papá, quiero estar en la cocina con ustedes.
A pesar de tener apenas seis años y medio, URSS era muy firme con lo que quería y lo que no.
— Lo sé, pero son órdenes de tu papá, y no quiero que después nos vaya mal a todos, incluyendote.
El pequeño suspiró derrotado, dejó que Irina le colocará bien una pajarita y le ayudó a bajar de la cama. A pesar de que Imperio no quería a su hijo tampoco lo tenía viviendo en la porquería.
Eso sí se vería excesivamente mal hasta para el zar, que hacía visitas a la casa de forma regular para ver al pequeño descendiente por curiosidad.
Le había dado un cuarto grande con cosas igual grandes, y siempre suministraba la ropa en función a las necesidades de su hijo.
Una vez el niño estuvo completamente vestido, la cuidadora le tomó la mano y lo llevó fuera del cuarto, fueron hasta las escaleras y, sin aún bajar por estás, ya podían escuchar la voz de Rumania.
A la servidumbre les gustaba cuando Rumania iba al palacio, era como un rayo de sol para ellos a pesar de ser algo arisca.
Imperio Ruso solía portarse mejor, trataba bien a su hijo y no era una bestia con la gente del servicio, a veces deseaban que se casarán para que el dueño del lugar se portara siempre así.
Bajaron con cuidado por aquella opulenta escalera y caminaron al comedor, donde de inmediato Rumania centró su vista y atención en el menor.
— ¡Mi niño!, que lindo verte, ven aquí — dijo bastante alegre la tricolor, agachándose a la altura del eslavo y abriendo los brazos para poder abrazarlo.
— Hola, señorita Rumania — respondió tímidamente el niño, abrazó igual a la mujer y aferrándose a ella cuando lo levantó del suelo.
— Puedes irte, querida; yo me haré cargo ahora de esta cosita hermosa — despidió con dulzura la mujer a la cuidadora.
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Heridas infantiles
FanfictionAmbos países son muy curiosos al momento de criar a sus hijos, uno prefiere la crianza respetuosa mientras que el otro tiene la creencia de que un golpe a tiempo es mejor que un delito más tarde. Pero, ¿por qué? ¿Cómo fue la infancia de ambos para q...