3.- URSS

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30 de diciembre de 1906, era su noveno cumpleaños y se supone que tendría que estarlo pasando comiendo un pequeño pastel de vainilla con un gran vaso de leche caliente.

Pero en cambio, estaba escuchando con pavor como su padre gritaba a todo lo que daba su voz a las mucamas de la casa, quienes intentaban explicarle al imperio lo que hacían.

— S-solo hacíamos un pequeño postre, señor, para usted — escuchó que explicó Galina, la nueva sirvienta de la casa y una de las más jóvenes, solo tenía quince años.

— ¿¡Me creen lo suficiente tonto para creerme esa mentira!?, ¿¡me mienten en mi propia casa!? — gritó exaltado Imperio Ruso, arrojando algo en la cocina.

URSS solo se encogió desde su escondite escaleras arriba, odiaba cuando su padre gritaba de ese modo.

— N-no señor, pero queríamos preparar un postre, de verdad — dijo ahora Irina, intentando calmar a su jefe —. Usted expresó en días anteriores el deseo de que comenzáramos a preparar postres para degustar después de la comida.

Se escuchó un golpe y un grito, seguido de otros jadeos y golpes.

URSS vio a algunos soldado acercarse a la zona de la cocina con precaución, todos algo asustados.

No era para menos, Imperio Ruso enojado daba miedo.

— ¡No crean que no sé que le hacen un pastel a esa sabandija, no soy estupido!, Recuerdo perfectamente el día en que llegó a arruinar mi vida, ¡y que jodida coincidencia que ese mismo día estén haciendo un pastel! — se escucharon más cosas caer y más gritos ahogados, el pequeño de la casa solo pudo temblar — ¡Les dije claramente que no quería lo mimaran o consintieran!, ¡tiren esta mierda y limpienlo!

Pasos furiosos se escucharon, URSS se asomó y pudo ver a su padre caminar hacia las escaleras, se hizo más pequeño y vio como las largas piernas de su padre pasaron frente a él para luego perderse, iba a su oficina.

Salió presuroso de hueco donde estaba y bajó las escaleras, corrió hacia a la cocina y se detuvo asustado en la entrada.

Todas las mujeres estaban golpeadas, el piso estaba sucio por el pastel destrozado, trastes rotos y tirados.

Vio a los soldados tomando trapos y recipientes con agua para limpiar y curar a las mucamas, así que los imitó, tomó un cuenco de madera y un trapo que estaba sobre la barra para acercarse a Aliona, su casi abuela y la sirvienta más vieja del palacio.

— Ay cielo, no, ve a tu cuarto, no veas esto — le dijo la mujer cuando lo vio frente a ella con las cosas, no quería que se sintiera mal el menor.

— No, quiero ayudar — dijo con voz firme el rubio, humedeciendo el trapo y expromiendolo un poco con su manita para limpiarle un corte que tenía en la frente, seguro un vidrio rebotó.

— Eres todo un sol, mi niño hermoso.

— Mi padre no debí hacer esto... Mucho menos herirte así... Ustedes solo trataban de hacer de mi cumpleaños algo lindo... Y lo arruinó... Siempre lo arruina.

— No, no, no. No digas esas cosas, es tu papá... Solo no sabe cómo actuar a veces — la mujer tomó la mano de URSS que sostenía el trapo humedecido y le besó el dorso con cariño —, los papás muchas veces se equivocan, cuando seas mayor lo entenderás, mi niño.

— Ali... Mi papá en dado caso debía gritarme a mi, porque yo soy quien "llegó a arruinar su vida", y ustedes solo intentan darme una vida normal.

— Pero al final de cuentas, el señor Imperio sigue siendo tu papá, anda, deja eso y siéntate, logramos salvar las galletas — Irina habló mientras se acercaba detrás de el pequeño y se agachaba a besarle la cabeza.

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