5. Salto de valor

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No sabe qué hace despierto a esta hora de la madrugada, sus ojos se abrieron espontáneamente. Cuando miró la hora en la pantalla con fondo azul de su celular, el reloj marcaba las 4:38 de la mañana. Su alarma diaria está puesta para las 6:30am

Rei se queda mirando el techo de su habitación, acostado en su cama. Escucha el sonido de su respirar y el tornado de sus pensamientos un poco ocupados y pesados.

No es hora para eso.

Se levanta y aprovecha que es temprano. Se cambia a ropa de hacer ejercicio y sale a correr para despejarse mentalmente.

Corre por la acera amarilla que pasa a lo largo de toda la playa. Todo está oscuro todavia, solo iluminan los postes y uno que otro coche que pasa.

Se hizo una cola de caballo alta que rebota de lado a lado cada vez que trota. Usa un chaleco de deporte de manga corta color gris con el hoodie colgandole en la parte de atrás, y un pantalón de correr con un licra debajo de ellos, ambos negros. Su brazo derecho está reposando en el cabestrillo blanco que cuelga de su cuello; no quiere cansarlo antes de empezar a trabajar.

Está escuchando música con unos audífonos inalámbricos. Por eso no oye nada del exterior. Lleva corriendo desde las 5 en punto, ya son las 5:45.

Está empezando a sentir la fatiga y la pesadez en su cuerpo. Se detiene a tomar aire y agua, recostado en la baranda metálica de siempre. La brisa salada y fría lo sopla y lo refresca un poco, es la ventaja de correr a esta hora, casi no hay calor.

Ya relajado completamente camina hacia una banca que queda en la misma acera amarilla. Se sienta ahí a mirar al horizonte color anaranjado con violeta y azul marino. El mar está un poco embravecido, por eso de la marea alta. El sol ya se está asomando, se ve la parte superior del cemicirculo amarillo brillante. Rei se quita los audifonos y, solo, piensa a profundidad mientras escucha las olas y las aves mañaneras.

Deja de disociar y ve en su celular que son ya las 6:10. Ya amaneció por completo. Debe ir marchandose a casa.

Retoma su camino a casa, esta vez caminando.

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Ya alfrente de la cafetería cruza la calle y busca las llaves de la puerta en sus bolsillos. Cuando alza la cabeza para mirar hacia adelante se encuentra con una silueta conocida parada frente a la puerta.

Ese cabello rubio platinado y esos ojos morados...

—¿Naomi? ¿Qué haces tan temprano aquí?

Naomi sonríe con tranquilidad —Hola Rei ¿Podemos hablar?

—¿Ahora?

—Es que es algo muy importante.

Rei cierra sus ojos pensando y recordando lo que pasó la última vez que se vieron —¿Es acerca de lo que pasó la última vez que nos vimos? Te lo puedo compensar. Te doy algo gratis si quieres. ¿Un café? ¿Un postre?

—No, Rei. De lo que quiero hablar es de otra cosa.

Rei la mira con duda, preocupado a la misma vez ¿Qué será más importante que haberla dejado plantada?

—De hecho, sí me hará falta ese café gratis...

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Igual que su papá Rei, Miri se levantó unos minutos antes de que sonara su alarma. Para ser exactos el sonido de la puerta principal de la casa chocando al cerrarse fue lo que le paró el sueño. Desde entonces lleva una hora pegada a su celular intentando comunicarse con alguien que no ve hace más de cuatro días. Taiga.

Limpiando La SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora