M A R Z O
Todos los días son iguales hasta que algo delata al tiempo. Uno cree que no cambia, que las cosas son de esa manera desde siempre, pero entonces aparece el recuerdo de cuando era necesario un banquito de madera para verse al espejo, y ahora es posible ver la mitad del cuerpo en el reflejo. ¿Cuándo pasó tanto tiempo? Entonces uno comprende que creció, que por más que no recuerde cuándo ni cómo ocurrió, las cosas se volvieron diferentes. Los tiempos ya no son los mismos.
Lo mismo ocurre con lo que está alrededor y cuando se crece junto a alguien más, aquellos detalles ínfimos no se tienen en cuenta hasta que alguien dice “mira como has crecido”, como si fuese necesaria la distancia para reconocer que los años tienen el mismo efecto en todos.
Y HyungWon no podía dejar de pensar en su abuela mientras caminaba por su ciudad natal: las viejas calles habían sido pavimentadas; la casa de los Kim tenía un bonito árbol de cerezo en la entrada; y la estación de bomberos ya no tenía un solo camión. La mujer hablaba con sabiduría y siempre le decía que el tiempo vuela, todo es un instante.
Su antigua casa también lucía diferente, no era la única: el vecindario le parecía ajeno al lugar donde creció y ni que hablar de su gente cuando no fue capaz de reconocer a Lee HuNa, una amable señora que solía darle galletas para la merienda y que lo saludó llamándolo por el nombre su padre. Chae HyungWon, no la culpó, pues el tierno niño de mejillas de manzana y los rizos más envidiados de la ciudad también había cambiado.
Los rostros nuevos eran incontables, juraba que había más gente que antes pero no podía reconocer a los viejos vecinos. Le resultaba extraño pensar que para ellos él era el nuevo cuando en realidad nació allí y conocía cada rincón.
Quizás fue por la seguridad que mostraba al caminar que nadie le preguntó a dónde iba, HyungWon se dirigía a la escuela y no era difícil adivinarlo porque tenía varios libros bajo el brazo.
El día ameritaba un recorrido mejor que ir desde su casa a la escuela, después de días finalmente había salido el sol y los árboles con sus flores primaverales decoraban los senderos, pero él sólo visitó una panadería y a prisas. Compró algunas masas, no demasiadas porque no acostumbraba a comer en la mañana, y las llevaba dentro de una bolsita en su mano izquierda, misma que sostenía los tres libros: física, lengua y química.
Debido a un problema con el auto mientras viajaban, HyungWon iba tarde a su primer día, no tenía apuro por llegar; según sus cálculos, sus compañeros debían estar en clase desde mínimo dos horas antes y para confirmarlo notó que ningún estudiante vagaba por ahí. Ni un solo uniforme. Solo estaba él y veía pasar a varios grupos de padres con niños pequeños que se dirigían al jardín de infantes. Los niños vestían el uniforme color rojo o azul que diferenciaba el salón al que asistían, llevaban mochilas a juego que HyungWon no recordaba tener en su época pero si la forma y se veía el nombre de cada pequeño para poder identificarlas.
Las escuelas de la ciudad estaban cerca una de otra por lo que HyungWon decidió caminar unas cuantas cuadras y así poder ver los lugares donde él sí había estudiado:
La escuela primaria, que ahora estaba a solo unos metros, lucía tal y como la recordaba. Tenía ventanas grandes y las puertas color azul marino, sin siquiera una muestra de maltrato tan inocente como el descascarado de pintura que ocurre después de años, aunque ¿cómo podría? después de todo la directora seguía siendo la misma señora rezongona que recordaba. Ella estaba fuera del lugar recibiendo a sus alumnos y como HyungWon no había cambiado su sonrisa en absoluto, lo reconoció y saludó.
Más allá, donde incluso la acera tenía dibujos, estaba el “jardín de infantes”.
HyungWon jamás lo olvidó.
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๑ 𝐂 𝐋 𝐀 𝐒 𝐄 𝐓 𝐀 𝐘 𝐎 ๑
Fanfiction━━━━ 𝘓𝘢 «𝘤𝘭𝘢𝘴𝘦 𝘱𝘰𝘳𝘰𝘳𝘰» 𝘦𝘴𝘵𝘢́ 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘶́𝘭𝘵𝘪𝘮𝘰 𝘢𝘯̃𝘰. 𝘌𝘭 𝘷𝘪𝘢𝘫𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘯𝘻𝘢𝘳𝘰𝘯 𝘫𝘶𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘢𝘤𝘢𝘣𝘢𝘳𝘢́ 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰, 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯𝘰 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳𝘢́ 𝘶𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘪𝘯𝘤𝘭𝘶𝘺𝘦 𝘷𝘦𝘳...